"Gilipollas" o cómo convertir una cita borrosa en una gran noche (II)

Aquella plaza, aquella luz, las copas y todo lo demás, la humedad, la intimidad... Todo invitó a ser algo romántico y hasta cursi pero sin sobrarse, algo casi morboso. Ella lo fue bastante durante un rato y yo, para no variar, me dejé llevar aunque manteniendo cierto sarcasmo para marcar los límites de la tontería.
–¿Subirías al naranjo y me traerías una naranja? –me dijo en tono suave y sensible, con mirada fija
–Ni de palo, si subo me mato y no me apetece morir esta noche
–¿No lo harías? –con cierto resquemor cariñoso
–¿Tú quieres naranjas?
–Sí
–Muy bien... –me levanté y recogí tres naranjas que había por el suelo y se las di. Me senté y seguí fumando. Se quedó mirándome sonriente y haciendo como si no hubiera dado cuenta, esperé y... –¿Qué pasa? No me mires así...
–Eso ha estado bien. Me has dado lo que quería... –estaba excitada y me lo hacía ver y me lo puso muy fácil
–Y sólo acabo de empezar...
Silencios cómodos y miradas cómplices. Estuvimos allí un rato más, el suficiente para congelarnos el trasero y seguir haciendo un poco de mella sobre su alborotado pelo y su gordo culo –es decir, su perfecto culo–.

La sed apremiaba y decidimos ir a un bar a tomar algo, uno que estaba camino de mi hotel. Había unos chicos tocando la guitarra y el cajón y varias personas cantando. Mi amiga se animó mucho, enloqueció un poco pero en le sentó bien y se arrancó a cantar y lo hace bastante bien, muy bien me atrevo a decir.
–Vámonos.. –dije ofreciendo su abrigo y sonriendo pícaramente
Según salimos, la cogí de la cintura y no di opción a otra cosa que no fuera pasear. Me recriminó que la cogiera como si fuera mi novia pero no entendía mis razones –el roce–, o sí y sólo quería ponérmelo difícil... No dejé de hacerlo y sin darnos cuenta estábamos en la puerta de mi hotel. 

Allí, tonteó con irse a casa pero no permití que lo pensara mucho. Atrapada contra un coche la miré y decidí hablar bajito, al oído y tras uno de mis comentarios giró la cabeza suavemente, haciendo mayor el contacto de nuestras mejillas y no dudé –algo poco frecuente en mí– en intentarlo, no dudé en besarla. Lo hice efusivamente puesto que llevaba varias horas deseando ése momento. 

Tras unos minutos allí tonteando, sonrientes y calientes, emprendimos el camino a la vagina, el camino a la diversión... Dos horas, una habitación destrozada, la mitad del alcohol del minibar esfumado, muchas canciones –de una lista preparadísima– y un par de tortazos en lugares inconfesables, la noche terminó.

Una gran chica. Guapa, lista y divertida, ¿se puede pedir más? No olvidaré esa noche y espero repetir, tal y como ella me propuso en repetidas ocasiones. 

Nuwanda se hace grande, poco a poco...

PD.- Antes de besarla dije: "Ésta noche eres mía y ambos lo sabemos". Entenderé que no me crean, no me lo creo ni yo...

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