Ir a la peluquería siempre es una experiencia excitante. La aleatoriedad del profesional que nos corta el pelo es un aliciente enorme para visitar el establecimiento con asiduidad y contarles a ustedes lo que sucede.
Hoy, he pensado que estaba en un puti club.
Hoy, he pensado que estaba en un puti club.
–Hola, buenas tardes.–Hola buenas–Qué desea?–Cortarme el pelo –gracias Sara–Con alguien en especial? ¿Tiene alguna preferencia? –como si de una colección de objetos se tratara, otea el horizonte mientras su brazo señala el género.–Normalmente me corta él pero le veo liado–Sí, tendrías que esperar dos turnos pero puede cortarte ella –señalando hacia la terrorista.–Muy bien–Pase a los lavabos por favor. Gracias
Sentado en el lavadero de cabezas me pongo a leer Twitter. Muchas tonterías de tarde de sábado y alguna noticia de actualidad futbolísitca. De repente, dos manos agarran mi cabeza por la espalda y sin cuidado ni suavidad la echan hacia atrás para empezar a mojarme.
La profesional llevaba el puto campanario de Notre Dame en la muñeca y el lavado de pelo fue como la fiesta de año nuevo. Un sinfín de sonidos en mi oreja, las kilométricas uñas de la amiga arañando mi frente y la extraña manía de limpiar toda la oreja cada vez que pasa por las patillas, hicieron que la huida empezara a cobrar sentido.
–Pase por aquí por favor
Me siento en otra silla distinta, de esas de peluquería. Me pregunta que cómo lo quiero y le respondí que igual pero más corto. Añadí que ella me lo había cortado la última vez pero, claro, no se acordaba. No se acordaba porque cada vez que corta el pelo pretende ganar el campeonato interestelar de velocidad en cortes de pelo masculinos y es difícil recordar a alguien por sólo cinco minutos.
Coge la maquinilla. Había sido advertida de que el tres era el límite para mi...
–El tres por los lados y por detrás, el resto a tijera.
– Entiendo –no, no entiendes hija de puta porque para entender hay que escuchar
–Lo quiero corto pero no puedo ir casi rapado.
–No te preocupes hijo que te va a quedar muy bien. Después te paso un dos por las patillas y la parte final de los lados y de detrás para que no te quede la cabeza tan redonda –No soy tu hijo, te he dicho que el tres el límite y mi cabeza es perfectamente normal.
–No sé si lo del dos me convence. Es bastante corto.
–Sí pero es que sino te va a quedar la cabeza muy redonda
–Me parece demasiado corto
–Tú no te preocupes mi vida que te va a quedar genial
–Sí, si eso ya lo ha dicho pero es demasiado corto –escucha putaaaaaa!!!
Encendió ese aparato del infierno y sin dilación comenzó a rapar. Al tres por ahora, parecía que lo pillaba hasta que... En un movimiento casi estelar cambia el peine de la maquinilla por el número dos y me rapa la primera patilla. Aparto la cabeza en señal de desaprobación y me dice...
–Es demasiado corto corazón? –si me sigues llamando así te voy a descuartizar
–Ya le he dicho que sí antes de que empezara pero en este punto...
–Pero si le he dicho que así le iba a quedar mejor y no me ha dicho nada
–Le he dicho que me parecía demasiado corto y ahora que lo llevo me parece más corto aún pero dudo mucho que sepa como reponer el pelo esquilmado. No te preocupes. Termina tranquila que ya volverá a crecer –sólo me faltaba ponerla nerviosa con el dos en la mano.
Ya no cabía en mi y el pelo no dejaba de caer por los hombros. Me estaba poniendo blanco ante el estropicio que se avecinaba y sabía que ya no tenía escapatoria, que el daño ya estaba hecho y que era irreparable.
Cogió la tijera y empezó a cortar la parte superior y a equilibrar la zona de la raya para que no quedara muy descompensado con la poda de los laterales. La velocidad iba en aumento. No habían pasado ni dos minutos desde que habíamos empezado y el suelo ya estaba lleno de –mis– pelos.
Como patrón de corte tomó un peinado muy alejado del que llevo habitualmente. Peinó los pelos del flequillo sobre la frente en dirección diagonal y levantó los pelos de la coronilla. Una especie de Hombres, Mujeres y Viceversa en versión sin-músculos. Desistí de hacer cualquier declaración y sólo deseé que terminara lo antes posible. Ya no podía más.
Definitivamente, se pasó cortando pelo pero tampoco es que no me guste. Siempre me ha gustado el pelo corto pero por motivos de trabajo debería llevarlo ligeramente más largo. Menos mal que me crece rápido y que hay más peluquerías por la zona.
Como cuando te vas de putas, salí de allí decepcionado pese haber conseguido el objetivo principal, que era cortarme el pelo. Te tocas la cabeza, te peinas un poco y nada más llegar a casa te vas directo al espejo en busca de una opinión que no va a llegar, en busca de una opinión que te permita volver a salir de fiesta sin vergüenza, una opinión que a día de hoy no existe. Vaya zorra.
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