Hace unos días publiqué "El momentum". El artículo versa sobre los altibajos emocionales que sufren las mujeres a lo largo de una velada y cómo identificarlos para que los besos sean más que besos. Una lectora asidua, "alumna aventajada de la clase" según ella, me echó en cara, siempre de forma constructiva, que no definiera qué es un beso y que no contara alguna experiencia más personal al respecto. Quería saber más sobre El Beso, sobre Mi Beso, ese que me hizo temblar, ese que, efectivamente querida amiga, no me dejó pensar en otra cosa durante las siguientes 16 horas.
Lo prometido siempre es deuda pero definir qué es un beso es, también siempre, jodido ya que no hablamos exclusivamente al "acto de presionar los labios contra la superficie de un objeto (generalmente la piel o los labios de otra persona) como una expresión social de afecto, de saludo, de respeto o de amor", sino, más bien, a todo lo demás. Todo eso que convierte los besos en Besos.
Wikipedia no deja de sorprenderme y lejos de conformarse con una definición de beso, ofrece una evolución histórica del beso, un apartado dedicado al beso como expresión de amor o amistad, el beso como ritual e incluso una tipología de besos. Normalmente pienso que si escribes sobre algo que ya está en Wikipedia, en 24 idiomas, con enlaces de ampliación, las principales obras de arte relacionadas, un resumen de su representación en la literatura o datos demográficos en el caso de países/ciudades, lo que escribas vale menos, pero en este caso no puedo resistirme.
El contacto labial propicia la estimulación nerviosa y la respuesta cerebral a la liberación deoxitocina, dopamina y adrenalina en el torrente sanguíneo, lo que genera una gran cantidad de efectos físicos. La liberación de oxitocina (hormona relacionada con el amor materno, las contracciones uterinas, el parto y la atracción sexual) en el torrente sanguíneo origina distintas respuestas físicas, como lasudoración nerviosa y las respuestas sexuales en la erección del pene y la erección del clítoris. La dopamina produce la sensación de bienestar.
No me digáis que los enlaces de ampliación no son la polla –literalmente–.
He leído sobre el tema en el Blog Eros de El País y me han convencido con alguna de sus ideas como por ejemplo la citada sexualidad implícita en los besos, precediendo a la tormenta, calentando motores, descorchando la primera botella de champán. En uno de sus artículos [Un beso es un beso es un beso...], que recomiendo leer, Anne Cé escribe:
Como sea, está claro que para muchas mujeres y para algunos hombres, los buenos besos jugosos significan más que el sexo propiamente dicho a la hora de definir esa indefinible compatibilidad de piel o química entre dos personas.
A propósito, una vecina acaba de confesarme que la prueba de fuego para tomar la decisión de separarse de su marido fue la constatación de que hacía por lo menos dos años que no se daban un beso como dios manda, a pesar de que sus sesiones de cama gozaban de un aceptable nivel y buena frecuencia.
Y aquí cabe otra duda: ¿debemos interpretar los besos ajenos desde el valor sagrado que algunos les asignamos? ¿Esos besos llenos de pudor, esas bocas medio secas y entrecerradas son necesariamente un signo de desamor o falta de deseo?
Presiento, en base a una limitadísima experiencia, que en el Occidente conocido, los besos forman parte indisoluble de los preliminares y del sexo, pero que esto no ocurre de la misma manera en todos los continentes. Intuyo que hay culturas y culturas en cuestiones de erotismo labial (por lo demás, una materia tan relativa), pero esto será motivo de nuevos debates.
Mientras tanto, propongo combatir los días con baja humedad relativa a fuerza de canciones como Let me kiss you.
Hay muchos tipos de besos. Están los besos de hola y los besos de adiós, están los besos de mamá y los besos de papá, están los besos en la frente y los besos en la mejilla pero aquí los que nos importan no son ninguno de ellos. Cuando hablo de besos, hablo de besos de verdad. Hablo de besos con algo más.... Nada de piquitos intrascendentes, ni besos de despedida, hablamos de besos de amor, de los besos que evocan y provocan, de los besos que hablan por sí solos, de los que no aparecen en el manual de protocolo. Con o sin lengua, con o sin mordisco, nada de eso es importante si los besos llevan algo más. Amor, diversión, miedo, morbo, atracción... todo vale para que un beso sea algo más que un beso. ¿Quién no recuerda su primer beso por amor? ¿O el más excitante? ¿Y aquél que nunca debimos dar?
Es jodido definir exactamente el beso al que me refiero y Hollywood, para variar, no me ayuda pues podemos culpar al mundo del cine de la relativización del beso como gesto íntimo, privado. Fue el cine el que llevo los besos a la gran pantalla, fue el cine el que mostró a una pareja enamorada besándose en un portal a escondidas de los vecinos por lo que pudieran decir y fueron las películas porno las que fueron más allá. Antiguamente, el beso era el polvo que actualmente parece venir de serie en todas las películas, era el momento caliente, el gran final. Y eran otros tiempos.
El beso del que hablamos no es sólo una chica, o sí pero también es un momento, es un lugar, son unas palabras... Hablamos de los besos que merecen ser recordados, esos de los que no hablamos en la reuniones de amigos, esos besos que saben a victoria, esos besos que merecen estar en la vitrina, esos besos en los que lo importante es todo lo demás. Es el beso que lleva a la primera callecita oscura que se cruza en el camino, es el beso que lleva inevitablemente a un abrazo, es el beso callejero que te hace sentir que deberíais estar en otra parte...
El beso del que hablamos no es sólo una chica, o sí pero también es un momento, es un lugar, son unas palabras... Hablamos de los besos que merecen ser recordados, esos de los que no hablamos en la reuniones de amigos, esos besos que saben a victoria, esos besos que merecen estar en la vitrina, esos besos en los que lo importante es todo lo demás. Es el beso que lleva a la primera callecita oscura que se cruza en el camino, es el beso que lleva inevitablemente a un abrazo, es el beso callejero que te hace sentir que deberíais estar en otra parte...
En general, los hombres tenemos una desarrollada capacidad para besar por besar, besar para añadir una nueva muesca al hacha, besar para no tener que ir a pedir otra copa o besar para contarlo en las copas del día siguiente. En general, se pasa con la edad. Debo comulgar con esta teoría ya que de lo contrario me vería totalmente incapaz de entender algunos de los besos que tanto amigos como yo mismo hemos dado. Es convertir el beso en objetivo final, en commoditie, en nada... Una cuestión de cantidad, no de calidad.
Ellas no lo ven igual.
Dicen las teorías evolucionistas de la psicología que la elevada exigencia de las mujeres respecto a los hombres está relacionada con los riesgos que asumen en el caso de quedarse embarazadas como consecuencia del acto sexual. Si como yo compartís que el beso verdadero, el beso del que hablamos, forma parte de los preliminares, podemos entender la reticencia que muchas tienen a un simple beso. Como en muchas otras cosas, para ellas es más complejo... Por otro lado, la facilidad con la que pueden obtener un beso eleva también el nivel de exigencia que se pueden permitir. Es pura teoría de la oferta y la demanda. Tienden a exigir besos importantes.
Tampoco hay que ser mojigato. Si justo después de besarte te dice:
–Vamos a mi casa. Ya.El beso le importa una mierda, quiere follar y quiere hacerlo ya, quiere tratar de mejorar su semana de mierda echando un kiki con un desconocido al que no tenga que dar ninguna explicación de nada. Pasa de los besos, en esta ocasión no hay nada de especial en ellos.
Ya me entienden....
He pasado un rato muy agradable recordando los grandes besos de mi vida. En ese breve ejercicio me he dado cuenta de que he querido a pocas pero mucho y de que no hay nada de especial en un beso sin importancia, sin trascendencia, sin sentimientos salvo, claro está, que hablemos de Charlize Theron o Emma Stone, o Clara Lago, o Scarlet, o Mónica... De hecho, sólo recuerdo los besos que incorporaban algo más –de momento, las famosas es un nicho que no he trabajado–.
En mi CV de besos pueden encontrar una experiencia en una habitación a las tres de la mañana con mamá llamando a la puerta, una pillada tras las cortinas, algún guantazo que otro, muchas borracheras e incluso algún éxito...
Uno de los que más recuerdo –de los éxitos– fue el beso que me adentró de lleno en mi primera relación, allá por mis 15 años, en mi tierna y hormonal adolescencia. Desde entonces no es que haya llovido, es que ha nevado y granizado pero sigo recordando perfectamente la colonia que ella llevaba aquel día. Para mi desgracia emocional, era un perfume bastante popular entre las niñas de bien de Madrid y estaba en todas partes.
Sucedió en el Metro, en el romántico Metro de Madrid, esperando uno de los últimos trenes del día, esos que siempre han pasado hace un minuto y que no vuelven a pasar hasta 12 minutos después. Allí, solos, con mucho tiempo por delante, tras una divertida velada de cine y cena, sentados en los aterciopelados bancos de los andenes madrileños, bajo esas bóvedas repletas de carteles... fue allí cuando, mientras me arreglaba el cuello de la camisa, me dijo:
Y lo hizo sin apartar su mirada de mí, del cuello de mi camisa, del pelo sobre las orejas, de los ojos, del flequillo, de la boca y la besé, la besé sin pensarlo dos veces y no dejé de hacerlo hasta que llegamos a la puerta de su casa. Fue beso inexperto, guarro, nada profesional y sin embargo importante. Mi mundo se detuvo durante varios días en aquél instante y no recuperé el sentido temporal hasta que volví a quedar con ella. Tenía novia y no sabía qué cojones hacer con ella y eso me devolvió a la realidad.
Lo que sí sabía es que quería más de esos, más besos, muchos más.
Uno de los que más recuerdo –de los éxitos– fue el beso que me adentró de lleno en mi primera relación, allá por mis 15 años, en mi tierna y hormonal adolescencia. Desde entonces no es que haya llovido, es que ha nevado y granizado pero sigo recordando perfectamente la colonia que ella llevaba aquel día. Para mi desgracia emocional, era un perfume bastante popular entre las niñas de bien de Madrid y estaba en todas partes.
Sucedió en el Metro, en el romántico Metro de Madrid, esperando uno de los últimos trenes del día, esos que siempre han pasado hace un minuto y que no vuelven a pasar hasta 12 minutos después. Allí, solos, con mucho tiempo por delante, tras una divertida velada de cine y cena, sentados en los aterciopelados bancos de los andenes madrileños, bajo esas bóvedas repletas de carteles... fue allí cuando, mientras me arreglaba el cuello de la camisa, me dijo:
–Hoy estás muy guapo
Y lo hizo sin apartar su mirada de mí, del cuello de mi camisa, del pelo sobre las orejas, de los ojos, del flequillo, de la boca y la besé, la besé sin pensarlo dos veces y no dejé de hacerlo hasta que llegamos a la puerta de su casa. Fue beso inexperto, guarro, nada profesional y sin embargo importante. Mi mundo se detuvo durante varios días en aquél instante y no recuperé el sentido temporal hasta que volví a quedar con ella. Tenía novia y no sabía qué cojones hacer con ella y eso me devolvió a la realidad.
Lo que sí sabía es que quería más de esos, más besos, muchos más.
Años después, una chica se me atragantó como una espina cruzada en la garganta, como la Coca-Cola que entra por el conducto equivocado y acaba saliendo por la nariz, un mal trago de toda la vida. Vaya por delante que estaba completamente loco por ella. Era la primera chica con, a priori, la etiqueta de imposible pegada en la frente que lograba conquistar. Era un pivón, lo que mis amigos llamaban –y llaman– un 12, era espectacular de lejos y de cerca. Morena, con un pelo interminable y liso, y suave, y brillante... Tenía rasgos exóticos, piel suave como la del culito de un bebé y unas curvas de biodramina. Y resultó ser un poco zorra pues tras varios meses de relación –digamos seis– recibí la primera, de muchas, advertencia seria y fundada sobre la fidelidad de mi pareja. Siete –sí, siete– meses después empecé a creerles o, mejor dicho, me la empezó a sudar...
Conocí a otra chica. El polo opuesto a la que era "mi novia". Apenas llegaría al 7 en la escala de mis amigos, era macarra y malhablada y bastante ligera de cascos. Su belleza era casi exclusivamente interior. Como he dicho, exactamente lo contrario a la otra.
Mi nueva amiga tenía un novio o un rollo, o algo que nunca llegó a especificar en mi presencia y por el que tampoco pregunté jamás. Me daba juego, tonteábamos mucho, hacíamos pellas juntos y en un par de ocasiones nos dimos algún beso sin importancia. Un día cualquiera me invitó a unas copas en su casa. Asistirían unas 12 personas pero accedí en cuanto matizó que sus padres se habían ido de viaje.
Mi nueva amiga tenía un novio o un rollo, o algo que nunca llegó a especificar en mi presencia y por el que tampoco pregunté jamás. Me daba juego, tonteábamos mucho, hacíamos pellas juntos y en un par de ocasiones nos dimos algún beso sin importancia. Un día cualquiera me invitó a unas copas en su casa. Asistirían unas 12 personas pero accedí en cuanto matizó que sus padres se habían ido de viaje.
Durante la fiesta estuvimos tonteando continuamente. Una miradita por aquí y otra por allí. "Siéntate aquí, a mi lado". Me estuvo penetrando con la mirada durante toda la noche hasta que por fin, cuando ya parecía que todo tocaba a su fin, subimos a su habitación. Recuerdo que la excusa fue paupérrima, tanto que si accedió fue porque quería lo mismo que yo... Allí, en aquella enorme habitación, con la puerta cerrada, con aquel tirante a medio caer, con aquella cortísima falda, me acerqué y, girando su cuerpo con fuerza y cuidado, la empujé contra un larguísimo armario empotrado y la besé. La besé sin cuidado ni amor. La sujeté por sus muslos y me lancé sobre la cama y sin haber dicho absolutamente nada en los 10 minutos que llevábamos besándonos me dijo: "Tenemos que bajar ya, está mi novio abajo".
Fue un cúmulo de sensaciones, un beso importante. Por un lado me encantaba la idea de vengarme de la zorra que me había engañado, por otro me sentía un poco mal tanto por haberme metido en medio de una relación como por haber acabado engañando a la que era mi novia, por otro estaba acojonado ante la posibilidad de que el novio de mi amiga macarra me partiera las piernas y mis padres tuvieran que ir a recogerme a UCI de La Paz y por otro estaba deseando volver a quedar con ella para terminar lo que no pudimos terminar en aquellas copas.
Como cualquiera de los ejemplos comentados, los besos importantes tienen que ser algo más, deben ser la parte clave de una historia, un capítulo especial en la biografía de dos personas, un recuerdo intenso y duradero. Recuerdo el beso que me dio mi madre el día que me fui de casa, recuerdo el beso que me dio una ex novia el día que lo dejamos, recuerdo el beso que más cachondo me ha puesto en mi vida y, joder, recuerdo el beso del que siempre me arrepentiré, aunque eso os lo cuento otro día. Pero sin duda, el beso que más recuerdo, el que más me ha marcado ni fue guarro, ni fue con lengua, ni fue en la boca ni fue durante mi tierna y delictiva adolescencia.
Fue una tarde de verano cuando, sin un motivo específico, le propuse quedar para tomar una cerveza después de clase y charlar un rato. Ella me gustaba, me gustaba muchísimo. Estaba totalmente loco por ella y llevábamos varias semanas tonteando abiertamente. Todo iba perfecto y quería seguir sumando puntos. Me encantaba estar con ella y en ningún momento pretendí dar ningún paso más allá. Accedió.
Fui a recogerla a su casa. Estaba tan nervioso que llegué exhausto y empapado de sudor. Tanto que me tomé unos minutos para recuperar el aliento y la sequedad. Fuimos de bar en bar durante un par de horas, tomando cañas, echándonos unas buenas risas, haciendo el tonto y tonteando, tonteando sin parar. Los bares cerraron antes que nuestras ganas de estar juntos y, pese a ser martes laborable, decidimos sentarnos en un banco de un parque próximo para terminar nuestra conversación. Me dolían la tripa y la cara de tanto reírme y quise besarla desde el mismo instante en que nos sentamos allí pero no me atrevía, no quería cagarla, precipitarme... –realmente quise besarla desde el primer día pero nunca, hasta ese momento, me había planteado la posibilidad de atacar–.
En aquel banco pasamos las siguientes tres o cuatro horas, no lo recuerdo bien, y si por mi hubiese sido habríamos estado allí toda la noche, toda la increíble noche que pasamos juntos. El sueño empezó a hacer mella. Nuestra capacidad de hacer reír disminuyó, a nuestro sentido del humor se le caían los párpados y ocasionalmente se escapaba algún bostezo. Ella no dudaba en mostrarme su cansancio aunque renegaba de irse a la cama. Disfrutaba, y yo más, pero había que dormir. No me quedaba tiempo. Hacía rato que pasaban de las tres de la mañana, estábamos sentados uno junto al otro con mi brazo por encima de sus hombros, no quedaba ni rastro de la cerveza y nuestra conversación era cada vez más reposada y tenue. Mi voz tiene propiedades somníferas y ella no tenía ninguna vergüenza y, claramente a gusto y tras otro bostezo, cerró los ojos y se apoyó sobre mi hombro. Dije que debía irse a dormir, que ya era tarde y que yo la acompañaría hasta casa pero ella se negó de nuevo. En ese momento pensé que lo mejor que podía hacer era hablar menos...
Apenas solté palabra pero cuando lo hacía ella siempre sonreía hasta que dejó de hacerlo. Los movimientos de sus manos dejaban claro que estaba despierta, que sólo tenía los ojos cerrado pero yo tenía serias dudas. No sabía qué hacer. Estaba con la chica de la que estaba totalmente enamorado dormida sobre mi hombro y no tenía ni la más remota idea de qué decir o qué hacer y decidí, para no liarme, quedarme callado, esta vez de verdad.
Minutos después, con la práctica certeza de que se había quedado dormida, en un gesto paternal y peligrosamente amistoso, retiré el pelo que tenía sobre la frente y la besé.
Ella sonrió, casi imperceptiblemente, y abrió los ojos...
Giró su cabeza hacia mí, se quedó mirándome durante unos segundos y sonriente, me besó. Me besó suavemente y sin darme cuenta eran más de las cinco de la mañana.
Evidentemente, no fue el beso sino todo lo demás...
Por muchos besos importantes más.
PD.- Dedicado a ti. Para que tengas más besos de "me muero por tus huesos".
Fui a recogerla a su casa. Estaba tan nervioso que llegué exhausto y empapado de sudor. Tanto que me tomé unos minutos para recuperar el aliento y la sequedad. Fuimos de bar en bar durante un par de horas, tomando cañas, echándonos unas buenas risas, haciendo el tonto y tonteando, tonteando sin parar. Los bares cerraron antes que nuestras ganas de estar juntos y, pese a ser martes laborable, decidimos sentarnos en un banco de un parque próximo para terminar nuestra conversación. Me dolían la tripa y la cara de tanto reírme y quise besarla desde el mismo instante en que nos sentamos allí pero no me atrevía, no quería cagarla, precipitarme... –realmente quise besarla desde el primer día pero nunca, hasta ese momento, me había planteado la posibilidad de atacar–.
En aquel banco pasamos las siguientes tres o cuatro horas, no lo recuerdo bien, y si por mi hubiese sido habríamos estado allí toda la noche, toda la increíble noche que pasamos juntos. El sueño empezó a hacer mella. Nuestra capacidad de hacer reír disminuyó, a nuestro sentido del humor se le caían los párpados y ocasionalmente se escapaba algún bostezo. Ella no dudaba en mostrarme su cansancio aunque renegaba de irse a la cama. Disfrutaba, y yo más, pero había que dormir. No me quedaba tiempo. Hacía rato que pasaban de las tres de la mañana, estábamos sentados uno junto al otro con mi brazo por encima de sus hombros, no quedaba ni rastro de la cerveza y nuestra conversación era cada vez más reposada y tenue. Mi voz tiene propiedades somníferas y ella no tenía ninguna vergüenza y, claramente a gusto y tras otro bostezo, cerró los ojos y se apoyó sobre mi hombro. Dije que debía irse a dormir, que ya era tarde y que yo la acompañaría hasta casa pero ella se negó de nuevo. En ese momento pensé que lo mejor que podía hacer era hablar menos...
Apenas solté palabra pero cuando lo hacía ella siempre sonreía hasta que dejó de hacerlo. Los movimientos de sus manos dejaban claro que estaba despierta, que sólo tenía los ojos cerrado pero yo tenía serias dudas. No sabía qué hacer. Estaba con la chica de la que estaba totalmente enamorado dormida sobre mi hombro y no tenía ni la más remota idea de qué decir o qué hacer y decidí, para no liarme, quedarme callado, esta vez de verdad.
Minutos después, con la práctica certeza de que se había quedado dormida, en un gesto paternal y peligrosamente amistoso, retiré el pelo que tenía sobre la frente y la besé.
Ella sonrió, casi imperceptiblemente, y abrió los ojos...
Giró su cabeza hacia mí, se quedó mirándome durante unos segundos y sonriente, me besó. Me besó suavemente y sin darme cuenta eran más de las cinco de la mañana.
Evidentemente, no fue el beso sino todo lo demás...
Por muchos besos importantes más.
PD.- Dedicado a ti. Para que tengas más besos de "me muero por tus huesos".
no me cabe el comment en 140 caracteres. ¿cuántos tweets componen tu texto?
ResponderEliminarel beso es el gran tema, siempre hay algo que decir, que fotografiar, que firmar sobre ellos, siempre hay algo que besar. ese beso que tan bien recuerdas me parece una historia de las que filmaría o fotografiaría.
últimamente estoy coleccionando besos contradictorios y echo de menos esos pasionales en los que dan ganas de perderse durante horas (como me pasó a mi con tu blog esta tarde). son besos cortos, decididos pero temerosos, que yo recibo con apuro y felicidad. madre mía! si es que hay que soltarse la melena! si perdura esta lectura en mi recuerdo, la próxima vez me arriesgo, palabrita. y ya te lo diré.
brutal la wikipedia (jajaja)...
me voy directa al blog de eros. qué tarde tan productiva!
Un beso ;)
Gracias Alicia!
EliminarNo puedo estar más de acuerdo con tus palabras sobre los besos.
Los contradictorios son chungos. No se disfrutan. Se piensa más de lo debido.
Recuerda que lo importante es todo lo demás...
PD- El Blog Eros es cojonudo.
Gracias y hasta el siguiente post