Victoria o muerte

David tiene 22 años y está enamorado. Muy enamorado. Está en esa fase en la que los hombres nos volvemos gilipollas –palabra que define perfectamente el estado emocional en cuestión-. Hacemos cosas creyendo que no podemos hacer el ridículo, decimos más de lo que debemos, perdemos el norte y los límites que definían nuestra vida, nuestra dignidad y nuestra  vergüenza, se transparentan.

Gilipollas. Con-to-das-las-le-tras.

Lleva varias semanas hablando con ella. Al principio no era más que eso, conversación; pero poco a poco, con el roce y su risa, algo cambió y lo que antes era una persona con la que desahogarse ahora es una persona a desahogar, lo que antes era una chica guapa ahora es un ángel caído del cielo y esa mala leche se ha convertido en música para sus oídos.

Gilipollas.

No está seguro pero cree que ella también siente algo. Cada mirada, cada sonrisa, cada palabra, cada gesto es un granito de arena que afianza sus esperanzas y cimienta sus expectativas. Busca formas de mantener una relación constante. Intercambio de canciones, vídeos, mails, películas, libros o cualquier otra cosas que implique una conversación recurrente. Le encanta hablar con ella... Bueno, escribirse.

Gilipollas.

Ha pensado muchas veces en decirle lo que siente pero nunca ha juntado los cojones para hacerlo y oportunidades no le han faltado. Está acojonado, la situación le supera. Se pone nervioso cuando está con ella y se raja o pone barreras para que una situación sea La Situación. Se escuda en que necesita estar más seguro, en que no quiere estropear una relación que considera imprescindible en su vida o en que ya tendrá tiempo de intentarlo.

Necesita hablar...



***

Necesita hablar con sus amigos...

–Chicos, tengo que decir una cosa importante –dice David serio y cortante mientras todos callan–, una cosa muy importante... Creo que me he enamorado de una chica.
–¿Quién? ¿Esa que tonteaba con el colega de tu primo? ¿La de las tetas redondas? –pregunta uno de sus amigos
–Sí –responde a regañadientes
–¡Pero tío! ¡Qué bueno! ¡Enhorabuena! –dice el optimista del grupo– Y... ¿te la has follado ya?
–Pues no 
[Se hace el silencio...]
–Pero.. ¿Os habéis liado o algo?
–Tampoco... –dice en un tono más sombrío, más inseguro. Es hombre muerto y lo sabe.

Los colegas no necesitan más información. Estaba todo dicho. Saben que está enamorado, que está atrapado, que está jodido y que no tiene absolutamente ninguna posibilidad con ella. Sin embargo y tras un incómodo silencio...

–Y... ¿Ella sabe algo? –pregunta, de nuevo, el optimista.
–Si no lo sabe es gilipollas y no merece la pena pero sí, diría que lo sabe.
–¿Habéis hecho planes juntos, los dos solos?
–Sí
–¿Y hubo tensión sexual? ¿Atracción? ¿Roce?
–Pues la verdad es que unas veces sí y otras no. No estoy seguro.
–Uffffff... Estás jodido ¿no? Quiero decir que este tema te tiene rayado ¿verdad?
–Gracias Sara –responde irónico

Pero son sus amigos, sus mejores amigos, ¡sus tres mejores grandes amigos! y siempre velarán por su estado de ánimo...

–Pues está bastante buena la verdad. Yo me la follaba.
–Troncooo.. –dice David reivindicante.
–Sí, yo también –dice otro. 
–Perdóóón... –dicen todos
–El caso es que te mola, que no sabes lo que piensa porque, o no tiene ni puta idea de nada, o se la suda y seguramente no sienta nada por ti. ¿Correcto?
–Hombre, visto así... Sí, correcto.
–Estás jodido. Lo siento tío pero estás muy jodido –responde raudo.
–Correctísimo... –reconoce desconsolado los cargos y la condena.

Se respira tensión en el ambiente. Sus amigos están entre la risa y la pena y David sabe que la risa siempre gana. Le van a putear y tarde o temprano llegará lo peor y todos se descojonarán en su cara, le llamarán de todo y, con una confianza del 99%, se pasará toda la noche con alguno de ellos pegado a una de sus orejas repitiendo con sarna y gusto aquello de: "Toliiigooo, eres un toligooo". Es una relación causa-efecto indestructible. Como su amor por ella.



***

Necesita hablar con su padre...

El padre de David es un hombre moderno pese a sobrepasar los 6o años. Habla en el mismo lenguaje, o peor, que los jóvenes, es tan friki como ellos y siempre ha gozado de una gran inteligencia emocional...


–Papá tengo que contarte una cosa.
–Cuéntame hijo –dice receptivo.
–Creo que me gusta una chica, me tiene ahí cogido... Ya me entiendes.
–Me alegro, eso es bueno. Hacía tiempo que no me hablabas de ninguna. ¿Y quién es hijo?
–Una amiga que un día dejó de serlo. Se llama Lucía.
–Entiendo. No me suena. ¿La conozco?
–No
–¿Y me gustaría?
–Aunque es muy distinta a María –su última ex-novia– creo que te caerá genial. En realidad es distinta a todas pero te caería genial. Seguro que te partes de risa con ella si algún día supera la vergüenza.
–Te tiene pillado por los huevos ¿eh?
–Es divertida, guapa, educada y con carácter. Me encanta y por eso creo que a ti también.
–Estoy seguro, te veo contento y con eso ya me gana... ¿Se lo has dicho a tu madre?
–No, todavía no y la verdad es que espero tener la oportunidad de aparecer en casa con ella un día cualquiera y darle una sorpresa así que no le digas nada. Creo que le haría ilusión porque a Mamá sí tengo la certeza de que le gustaría. Entra siempre al trapo como ella, aunque en versión actualizada. Claro que primero tendré que empezar a salir con ella ¿no crees? Me parece un buen primer paso.

La expresión facial de su padre viraba de sorpresa a lástima con una facilidad increíble. Le gustaba que su hijo tuviera una chica en la mente pero...

–¡Ah! Es decir, no estáis liados aún. ¿Por qué no?
–Bueno, pues porque no he tenido la oportunidad de hacerlo.
–¿Y a qué cojones esperas? –dice con rintintín.
–Pues a verlo claro Papá. No quiero cagarla y me apetece estar seguro de todo, no estoy para relaciones tormentosas o aburridas..
–Hijo. Las mujeres no ven claro casi nada pero te aseguro que lo último que harían sería dejarte claro lo que piensan o sienten en este tipo de situaciones. Pónselo más fácil Sólo sabrás si preguntas y te arriesgas.
–Hombre, ya... pero al menos debería saber si tiene interés, aunque sea pequeño, saber algo.
–¿Y eso no puedes saberlo sin preguntar?
–Pues sí, debería saberlo pero no lo sé.
–Te ha dejado gilipollas.
–Pues un poco según parece, según pensáis todos...

A partir de este punto la conversación pareció más un interrogatorio psicológico que un charla sobre mujeres entre padre e hijo.

–A ver hijo, cuéntame una cosa: ¿Habéis quedado?
–Sí.
–¿Hubo feeling? Ya me entiendes...
–¿De verdad has dicho "feeling"? Pues en dos ocasiones sí y en otra no.
–¿Habláis por teléfono, por la noche o cuando sea o por el chat?
–Sí
–¿Mucho?
–No todo lo que me gustaría.
–Eres un cagado.
–Es una exageración ¡abuelo! –dice vengativo.
–Hijo, nietos sí pero por lo legal. Además estoy estupendamente de abuelo tengo poco y lo primero, hijos solteros.
[...]  
–¿Te ríe las gracias? ¿Hay miraditas? Un hombre se da cuenta de esas cosas.
–Pues sí, las hay pero no siempre. No es algo constante y por eso dudo.
–¿Quieres que te haga un croquis o qué? Hijo, espabila porque te la quitan.
–Ya, ya, ya lo sé pero es que tampoco quiero cagarla. Sería un marrón.
–Pareces hijo de tu madre. ¿Qué más dará el marrón? Tienes que saberlo...

Su padre, también David, se quedó pensativo unos minutos mientras apuraba una cerveza y un cigarro. La opinión de su padre es muy importante para él. Comienza a mirarle a los ojos, como si quisiera leerle la mente. David se ha dado cuenta de que su padre piensa que es un fracaso, un pagafantas... Exactamente igual que sus amigos.

–Piensas que soy un pringado ¿verdad Papá?
–Pues un poco sí hijo, para qué nos vamos a engañar a estas alturas. Estás siendo un poco perdedor.
-Jo-der. Eres peor que mis amigos. ¿Perdedor? Cojones, no lo tengo claro ¿tan difícil es de entender?
–Hijo, el que no entiende nada eres tú. Si la chica te gusta, y es simpática, y te trata con cariño, y te hace reír y te admira, ¿qué cojones más quieres? ¡Inténtalo! Y si encima me dices que has quedado con ella y habéis tenido feeling pues hijo, qué quieres que te diga, blanco y en botella, estás agilipollado...
–Gracias Papá, eres un gran motivador.
–Ay hijo no te molestes. Es lo que pienso. Tienes que demostrárselo, decírselo, intentarlo. Victoria o muerte pero nunca te quedes con la duda de "qué habría pasado si se lo hubiera dicho" –sentencia seriedad y firmeza– Eso mata.
***

Necesita "hablar" con ella...


Tras unas copas en casa de un amigo y una copa en una discoteca, termina la noche en un taxi tras 30 minutos escuchando lo "toligo" que era, insulto que sus amigos repiten desde aquella fatídica conversación. Se ha ido sin decir nada a nadie, discretamente, seriamente, tristemente. Considera que tiene muchas cosas en la cabeza aunque realmente sólo hay una. No hay aliciente para seguir de fiesta si no se encuentran. Además: "Mi semana ha sido durísima" le dice al taxista. "Tengo que descansar" piensa en voz alta.

Mira el móvil continuamente. Desde que entró en al taxi hasta que se ha metido en la cama, por si escribe o por si llama o por si sube una foto a Facebook o por si tuitea algo. Es compulsivo.

Está convencido de que sus amigos y su padre no le entienden, de que no la conocen como él, de que ellos no ven ella lo que él sí ve. Se repite que les demostrará a todos que se equivocan aunque les da la razón en que tiene que hacer algo más para conquistarla, que con quererla de lejos no vale.

Sigue mirando el móvil.

Ha visto que se ha conectado al chat hace 12 minutos y concluye que está despierta.

Piensa en escribir un precioso mensaje de WhatsApp que, pese a las seis copas que debe llevar ella, no deje espacio a su indiferencia.

Sus dedos enloquecen y no puede parar de escribir.

Se desahoga y le sienta bien.

Los verbos y predicados giran en torno a un mismo sujeto con innumerables faltas de ortografía y perversos recursos típicos de los chats. Por suerte o por desgracia –es difícil saberlo– lee lo escrito antes de enviarlo y piensa: "si le suelto esta parrafada por WhatsApp va a flipar". No podía hacerlo de esa manera.

"Tengo que escribir una carta" fue lo siguiente que le pasó la cabeza...

Querida Lucía, 
Nunca he escrito una carta de amor pero no sé cómo decirte todo lo que pienso y siento por ti. 
Sabes que me gustas, que me preocupo por ti, que me lo paso genial contigo, que pienso en ti al llegar a casa, que siempre te diré que sí a todo lo que me propongas, que te miro cuando no me ves, que memorizo cada detalle que me dejas ver y que siempre necesito saber si has llegado bien. 
Sabes que si no te invito a cenar es porque no quiero precipitarme, porque eres diferente para mí, porque eres exactamente lo que quiero y no he buscado. Lo que sin buscar, me he encontrado. 
Sin embargo, y quiero pensar que te encantaría saberlo, no sabes que para mí no hay día malo si estoy un rato contigo, que desde que abro los ojos por la mañana hasta que los cierro por la noche sólo te veo a ti, sólo quiero verte a ti.
Tampoco sabes que he roto todos mis principios, que he apuñalado a mi álter ego sin piedad y lo he enterrado muy profundo, de donde no pueda escapar, allí donde no pueda detenerme, y me he enamorado de ti.
Te quiero, te quiero mucho, pero hasta ahora no he sabido cómo decírtelo.
David 

"Ya está" piensa. Carta escrita. Ahora le quedaba lo más difícil: ¿Cómo se la da? Tiene muchas dudas. ¿En persona o dejándola en algún sitio? ¿Debería leerla conmigo o sola? ¿Debería meter algo más en el sobre? ¿Y si invita a Lucía a cenar y le entrega la carta mientras dan un paseo por la calle?

Con tanta duda, por momentos piensa que todos los demás tienen razón, que es un gilipollas sin remedio y que lo más seguro es que pase de él. Pero no se rinde y no lo hará.

Introduce el folio en un sobre tamaño cuartilla y escribe en el frontal: "Para Lucía".

Victoria o muerte.



2 comentarios:

  1. Que se lo diga con música http://www.youtube.com/watch?v=mj1u-q_mvS0


    Pero no le doy muchas esperanzas a esta historia. Las mujeres no podemos disimular si estamos enamoradas.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por comentar "m".

    Gran canción, buena elección para el caso en cuestión.

    Es cierto que no podéis ocultarlo aunque tampoco nosotros solemos verlo. Lo más difícil son las ventanas de oportunidad que nos dais, ese tiempo durante el que estáis receptivas. Dura muy poco. Esperemos que David aún esté a tiempo.

    Saludos

    ResponderEliminar