La felicidad no es una vida sin problemas, sino la fortaleza para superar los problemas que se presenten. No existe tal cosa como una vida libre de problemas; las dificultades son inevitables. Pero la manera en la que experimentamos y reaccionamos a nuestros problemas depende de nosotros.
(Daisaku Ikeda, "La Felicidad")
Nunca he creído en el destino y desde luego que existen las coincidencias.
Hace unos días, mis queridos amigos tuiteros @JuanSantafe y @martagllera propusieron un tema para el debate: Los errores y su relación con la felicidad. Me pareció una gran idea y acepté, aunque hubiera aceptado igualmente si el tema no fuera tan de mi agrado. La coincidencia es que durante los días siguientes la cagué, fallé, erré y he pensado mucho sobre los errores y mis errores. Es curioso que por primera vez estemos de acuerdo en algo. Ahí va...
Hay errores y ERRORES, pero en general son todos involuntarios –de lo contrario hablamos de coeficientes intelectuales limitados y no es representativo–. Solemos clasificarlos, por no liarnos mucho, en función de sus consecuencias. Errores tontos y cagadas-de-pelotas. Así, preguntarle a una señora la edad que tiene es un error pequeño, un error de educación, cuyas consecuencias pueden ser: verdad, mentira o una crítica. No es muy grave. Sin embargo, si tocamos un pecho a una mujer que resulta ser la novia del portero de la discoteca lo más probable es que acabemos en el hospital con la nariz en la mano, las costillas echas un garabato y la cara como una pizza de peperoni. Sería un error grave porque graves serían sus consecuencias.
Clasificaciones coloquiales aparte, según la psicología hay dos tipos generales de errores. Los hay ignorantes –científicamente llamados "errores de concepto"–, aquellos que se producen como consecuencia de la falta de conocimientos sobre alguna materia o idea y los hay de cálculo – científicamente llamados "errores de apreciación"–, aquellos que se producen por un error la percepción o en la valoración de una situación. Estos últimos pueden ser por ejemplo los comúnmente conocidos como tontos, fallos pequeños o grandes que sólo cometería un tonto por ser evidentes, fáciles de evitar, y que sin embargo todos cometemos ocasionalmente.
Hay un tipo de error que no sé cómo categorizarlo, se trata de los errores insalvables, aquellos que son inherentes a la personalidad y por tanto no-modificables como hablar demasiado o demasiado poco, tener una risa insoportable o un tono de voz por encima de la media –tiene que gustarte para no verlo como un fallo–. Hay también errores de acto y errores por omisión, hay errores perdonables y errores imperdonables, hay errores buenos y hay errores malos, incluso hay errores rentables. En fin, nos podríamos volver locos si les ponemos apellidos a todos los errores. Quedémonos con lo científico
Hay dos maneras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable.
(Francisco Cambó)
Como bien remarca mi colega @martagllera, "lo peor que se puede ser en esta vida es pesado", o llorón, o quejica. Una seguidora tiene por descripción en su antigua cuenta de Twitter: "Los errores no se niegan, se asumen, se superan...". Ambas tienen toda la razón y con dichas frases podemos intuir cual es el comportamiento de un hombre de bien ante los problemas. A lo hecho, pecho; al mal tiempo, buena cara.
Una vida sin errores, sin problemas, es un fracaso de vida. El que no lo intenta no fracasa nunca y a la vez es un fracaso constante. En afrontar los problemas, entenderlos y solucionarlos está la verdadera felicidad, la que se basa en la autorrealización. Imagina una vida sin fracasos, sin errores. Imagina hacerlo todo bien siempre, acertar siempre, triunfar siempre. Sería todo un aburrimiento y el éxito no significaría absolutamente nada. Como suele decirse, no se valora lo que se tiene hasta que se pierde. En el caso del éxito, esto es evidente. Y triste.
Los que no hacen nada nunca yerran.
(Théodore De Banville)
Si siempre jugáramos bien al fútbol no tendríamos aquél recuerdo del mejor partido de nuestra vida, ése que aguantamos entero, sin descansar, y en el que metimos dos goles que dieron la victoria a nuestro lamentable equipo de amigos. Si fuéramos una superestrella del porno y pasáramos los días acostándonos con mujeres espectaculares sería difícil que otra mujer nos deje con la boca abierta y que el sexo nos pareciera especial. Joder, piénsalo. Una relación sin cabreos, sin la tormenta que sigue al error, no tendría reconciliaciones y sin ellas la evolución demográfica de nuestro país se va a tomar por culo. Hay que cagarla para poder disfrutar del triunfo, para que los buenos recuerdos sean más fuertes que los malos. Hay que equivocarse para poder ser feliz.
Siempre se nos ha dicho que hay que aprender de ellos e intentar no volver a cometerlos. Es una presión muy jodida. Si cometes dos veces el mismo error, algo habitual en mi, el jurado suele ser un poco más duro con su sentencia. A partir de las 10 veces las consecuencias son inimaginables ya que, como debe ser, la gente se cansa del que la caga permanentemente, del que siempre preocupa por algo. Un pesado vaya. Lo peor. Hay que cagarla pero no quedarse en la mierda y la mejor forma de salir de ella es aceptar, asumir y aprender.
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
[...]
Si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.
(Kipling)
Por otro lado, casi a modo de excepción, hay situaciones o personas con las que jamás seremos compatibles. Situaciones o personas con las que parecemos destinados al fracaso y hay que tener la capacidad de darse cuenta y conocer los límites, esos límites que tanto me gustan, ya sea para saltárselos o para respetarlos. Yo nunca seré un gran jugador de baloncesto, ni tengo la altura ni tengo la puntería, ni, qué cojones, tengo nada que me acerque a la idea de baloncestista. Conozco mi límite pero sigo jugando aunque experimento y practico otros deportes, otras metas.
He perdido amigos que no supieron superar un fracaso, un mal trago –también en términos etílicos–, un error, y pagan caras las consecuencias. También los hay que se han superado a si mismos y a mis expectativas y disfrutan de cada paso que dan. La clave está en que ni el error ni el fracaso minen tu camino. Hay que aceptar que no podemos cambiarlo todo, que las personas son como son y no tiene porqué gustarnos todo el mundo por igual. La clave está en ser coherente con la persona que se quiere ser, incluso cuando nos equivocamos, hay que serlo. Aceptar, asumir y aprender.
Hace mucho tiempo, alguien a quien debo mucho, me dijo: "Aprende a relativizar". Me decía que siempre me tomaba todo muy en serio y aunque había unas cosas más importantes que otras, no todas lo eran. Me enseñó las lecciones que tenía pendientes además de darme un gran consejo, una palabra mágica. Intenta ver la lección que hay detrás de cada cagada, de cada bronca, de cada chica que se fue, que cada amigo que desapareció, de la distancia entre hermanos, de la soledad de un domingo por la tarde. Relativiza y todo se verá más claro.
Relativiza bien.
Prueba a cambiar de perspectiva.
#NormasParaRecordar: Relativiza bien. Acepta, asume y aprende.
Estoy de acuerdo en que no hay que estancarse en los errores, pararte y darle 300 vueltas a lo mismo no sirve de nada, mejor como tu dices relativizar, sacar una conclusión y pa´lante.
ResponderEliminarAunque a veces es más fácil decir que hacer, como todo ^^
Totalmente de acuerdo, es más fácil decir que hacer pero en cuanto lo haces un par de veces, no querrás hacerlo de otra forma. Espero escribir un día de estos sobre los errores en el amor... Hay mucho que aprender en cada uno de ellos... ;)
EliminarUn saludo Tomate!