Como buen independizado, cada domingo visito puntualmente a mi madre.
Tras la comida, ella me llena una bolsa de tupers y tarros de cristal congelados con sopa de pescado, lentejas caseras, pollo con tomate y pimientos, etc...
–Te doy lo que sé que tú no te vas a cocinar –suele decirme y siempre mete alguna otra cosa como sobres de pavo o de jamón serrano– y Actimel que son muy caros y te viene bien.
El caso es que cuando voy a despedirme, dentro del marco de una conversación sobre empezar a producir nietecitos, me suelta:
–Yo mientras no te vea tomando un café con una de cuarenta me quedo tranquila, hijo.
Es habitual que me advierta sobre mujeres "peligrosas" pero es la primera vez que me advierte sobre una mujer de cuarenta. También me dijo que me alejara de toda mujer que dijese "jolín", "cacho" o masticase con la boca abierta o cualquier otra falta de protocolo en la mesa.
Para ella solo hay dos tipos de mujeres en las vidas de sus hijos: las malas y las buenas. El 90% nunca sale del primer grupo aunque alguna afortunada logra caer bien.
Supongo que cuando solo se tienen hijos, la mayor preocupación de toda madre que se precie es que "los niños" no acaben con una "pelandrusca" –concepto mucho más amplio o ampliable de lo que parece–. Aunque ella aplique su criterio sin piedad, a diestro y siniestro, como si el número de mujeres que desean a sus hijos fuese infinito, creo que sus límites me han ayudado a poder presumir de "tener buen ojo" y pese a que ninguna haya funcionado de verdad. En esto del amor, no basta con dos buenas personas, hace falta algo más.
Lo más triste de toda esta historia es que mi madre tiene una tasa de acierto del 100% y se encarga de recordármelo siempre que tiene la oportunidad.
Por mi parte, y principalmente por la falta de oportunidades, una mujer de 40 no es –hasta la fecha– algo que deba preocuparle.
No negaré que si tengo una buena oportunidad no diré que no pero ahora debería preocuparse más por treintañeras solteras que buscan desesperadamente un novio en las bodas de las hermanas pequeñas de sus amigas o las universitarias guarronas que sólo quieren sexo con un chico trabajador para poder fardar con sus amigas y follar más con sus compañeros de curso.
Por mi parte, y principalmente por la falta de oportunidades, una mujer de 40 no es –hasta la fecha– algo que deba preocuparle.
Rania de Jordania
No negaré que si tengo una buena oportunidad no diré que no pero ahora debería preocuparse más por treintañeras solteras que buscan desesperadamente un novio en las bodas de las hermanas pequeñas de sus amigas o las universitarias guarronas que sólo quieren sexo con un chico trabajador para poder fardar con sus amigas y follar más con sus compañeros de curso.
Le digo que no se preocupe, que nada de mujeres en un tiempo y ella me dice que eso le preocupa más todavía, que eso de "una semana y hasta luego" es una ordinariez y además es pecado. Suelo responder que no quiero que sea una abuela mayor, que quiero que esté en forma para disfrutar de su nieta –ella quiere una niña aunque yo no– y ella me dice:
–No te preocupes por eso hijo, tú preocúpate por encontrar una buena mujer, una mujer que te admire y que te quiera tal y como eres y que te guste. Lo demás, ya vendrá.
Y así, ante esa frase lapidaria, solo puedo rendirme y asumir que lo que dice mi madre es un breve resumen de la definición de mujer perfecta, la que me conviene.
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