Hay muchas cosas que una mujer nunca debería hacer si no quiere gustarle a un hombre. Supongo que cada uno tendrá sus debilidades, como yo. Pueden llamarse estímulos, puntos flacos o dragones dormidos, el caso es no dejar indiferente. Es una guerra en la que todo vale, un desafío constante que me vuelve loco, una droga de la que no quiero quitarme. Es un gesto, una palabra, una mirada, un estilo, un giro de cuello, un roce...
Sé que me miras y si sigues haciéndolo puedes llegar a ver lo mejor de mi, y eso es peligroso. Puedes mirarme a escondidas o hacerlo sobre el hombro pero siempre noto que lo haces, no paso ni una aunque creo que eso ya lo sabes. Me divierte y quiero jugar.
Como si de un equilibrista se tratara, atraviesas la habitación subida a unos tacones que están por encima de tus costumbres, por encima de tu cerebelo. Siempre me dan ganas de ofrecerte una mano y siempre reniego.
Esa sonrisa, esa sonrisa vergonzosa, cuando parece que te vas a caer, es una debilidad, es una nueva droga, es un anzuelo que quiero morder. Si para más inri me miras a los ojos mientras te pasas el pelo por detrás de la oreja me matas, desactivas mis defensas, me tienes.
Levantas la mano para que choquemos las palmas y nunca me niego, nunca te vacilo con ello y quiero que lo hagas cada vez que tengas la oportunidad pero no me agarres la mano tras el choque, no me sujetes como si ya fuera tuyo, no tires de mi porque entonces me dejaré tirar... Y créeme, tú no quieres eso.
Después sueles decir algo y yo disfruto escuchándote, serán las pequeñas rasgaduras de tus cuerdas vocales o ese acento mediterráneo... No lo sé. Y, como todo, me gusta. Si tengo un buen día, busco la mayor estupidez que se me ocurra y la suelto sin pudor ni seguridad, la suelto para ver qué pasa después, para ver si lo haces, para ver si finalmente te ríes...
Todo encaja. Ella encaja. Play.
PD.- Sí, se trata de la Meta nº2
No hay comentarios:
Publicar un comentario