El Cruce



Soy un hombre de costumbres y como tal, me levanto siempre pronto, muy pronto. Me gusta leer la prensa a primera hora de la mañana y afeitarme antes de ducharme –algo que muchos hombres consideran anormal– para terminar saliendo de casa limpito, elegante, despierto e informado. Suelo bajar al bar a tomarme un café –con leche, bastante azúcar, templado y en vaso– y cuando emprendo el camino a la oficina, si tengo suerte, te veo.

Nunca sé si te voy a ver o no pero siempre pienso en ello. No te conozco casi nada pero es como si formaras parte de mi vida. Formas parte de mi rutina, de mis costumbres y a menudo las descolocas. Apurando el café, me miro en el cristal, ajusto la corbata y algún pelo rebelde, me pongo los pantalones en su sitio, me abrocho la chaqueta y me pregunto: Te veré hoy?


Estando aún lejos de la zona cero, oteo el horizonte en busca de tu silueta, de tu pelo largo y moreno. A veces creo ser capaz, incluso, de presentirte. Si no te veo en ese primer instante sé que no te voy a ver en todo el trayecto. Si lo hago, controlo el tiempo de los semáforos para intentar tenerte cerca el mayor tiempo posible y poder observar tus sensuales gestos, tu elegancia insinuante y tu exquisito gusto para la moda.

"Qué guapa estás hoy" me digo a mi mismo, "ese color te sienta francamente genial!", también para mis adentros –patético, no creen?–. Siempre aguanto la mirada aunque tú no lo haces, he llegado incluso a tropezar contigo a propósito cerca de una mediana para tener la posibilidad de quedarnos solos entre los coches, sin nadie que interrumpa, con tiempo para observarte como te mereces. 

"Qué pringao eres" me diría una amiga, y me digo también yo mismo, cada vez que pasas de largo con destino a tu trabajo o tu universidad y me giro con la esperanza de que hagas lo mismo. Siempre me defraudas pero siempre vuelvo a hacer lo mismo. Nada tiene sentido en este post pero ahí estás, dentro de mi cabeza, como si del "I Love You" se tratara.

No me conoces pero te quiero, no sabes como me llamo pero por ti sería la mejor de mis versiones. No sabes mi edad pero gastaría en ti todo mi tiempo, no sabes que me gustas pero eso no va a durar siempre... Un día dejaré de observarte y empezaré a hablarte. Te pareceré un loco pero me dará igual, insistiré, y volveré a insistir, hasta que un día consiga no desayunar solo; hasta que un día, al cruzarnos, me mires y sonrías; hasta que un día pases de largo y te gires.

Puede, incluso, que un día en vez de cruzarnos, nos separemos.

Actualización:

Hoy, 18 de octubre, Antonio Lucas ha publicado un tweet que me ha recordado a este artículo y he querido incluirlo:





2 comentarios:

  1. Te he descubierto no hace mucho y aunque no acostumbro a comentar, creo que tus letras, bien se merecen un esfuerzo y por lo tanto un comentario, aunque ese comentario resulte no estar a la altura de lo leído (me disculpo de antemano). Me gusta lo que leo, espero poder seguir haciéndolo mucho tiempo. Mil gracias.

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  2. Lo harás. Gracias por tu comentario, es una inyección de motivación e ilusión que no imaginas. Gracias

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