Todo lo que sucede después

By Nuwanda


Hay, más o menos, unos 1.300 metros entre su casa y la mía y varios recorridos posibles. De memoria podría describir al menos seis y cada uno de ellos tiene su momento, su estado de ánimo, su hora del día. La última vez tomé el más chungo, el más oscuro, el que escogería si un día lograra escribir un libro sobre violadores y asesinos de portal. Una idea triste cruza mi cabeza, será el vino o los restos de su perfume pero no puedo evitar pensar en ella. Y como cada vez que nos separamos, me pregunto por qué no se lo dije.


Me gusta pensar que no sabe nada, que aún sigo siendo un poco misterioso para ella. Es la película que me he montado para escapar del extremo opuesto, ese en el que lo sabe todo pero prefiere permanecer indiferente. He empezado un camino, un camino que creo que me lleva a la verdad. Lo que no sé es si también me lleva a Ella. Es complicado, me dicen, pero a mí no me lo parece. Sin embargo, cuando se supone que voy a hacerlo, que voy a decírselo, no lo hago. La acera es cada vez más ancha, el camino cada vez más oscuro y tú estás cada vez más lejos. No existe una distancia a partir de la que se echa de menos, nunca es demasiado cerca, siempre será muy lejos. ¿Me sigue alguien o es el eco de mis pasos? Hasta los escaparates se ríen de mí.

Y llegar a casa no mejora nada. El guardia nocturno siempre hace el mismo comentario, llueva o truene, haga calor o frío, la misma maldita pregunta: "¿Otra vez solo?" Y sí, otra vez. Y en cuanto se cierran las puertas del ascensor, despierta el dragón: "¡Jodido cabrón, siempre tocando la polxcsdv, oshdflabvibiOMCnnvskmxbcirygkma!" Hasta que las puertas se abren de nuevo y todo vuelve a la normalidad. Qué ganas de volver a verla...

Y sueño con que me esperas, pero siempre despierto solo.

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