A fuego lento

By Nuwanda

Una foto publicada por Murad Osmann (@muradosmann) el

"Madurar es renunciar" me han dicho muchas veces. Y no se equivocan. Al crecer los caminos se bifurcan, los intereses se contraponen y las diferencias afloran. Las personas van y vienen. Unas se quedan más tiempo que otras, unas pocas incluso permanecen a nuestro lado siempre, pero la inmensa mayoría un día se despide, o ni siquiera.

Cuando a las personas se nos dan muchas oportunidades para cagarla, la defecación resulta inevitable. Es la Ley de Murphy, nada nuevo. Y en el caso de un inmaduro como yo, cualquier Whatsapp puede serlo, según el humor con el que me pille a mí y según el humor en el que esté ella. Heces aparte, a veces es necesario echar a alguien de nuestra vida. Y aunque siempre he sido partidario de las segundas oportunidades, ya que de lo contrario estaría solo, hay situaciones que no tienen vuelta atrás.

Por ejemplo, si un colega se acuesta con la novia de otro, no es que esté nominado, es que está automáticamente expulsado de la casa. Y no hay vuelta atrás, es alguien de quien no puedes fiarte. Parece evidente que otras cosas de menor calado como algún tipo de robo, desde un jersey hasta el coche que te regalaron tus padres por la graduación, pueden tener solución. Todo depende, claro está, de la cercanía, de la antigüedad y, sobre todo, de las putadas perdonadas que tenga en su haber el presunto hijo de puta. No es lo mismo un año que diez.

Sin embargo y para no variar, cuando hablamos de mujeres, de relaciones, las cosas se complican. Enamorarse es una necesidad, todos caemos, y quien se enamora sufre. Si en vez de una discusión por el destino de las vacaciones hablamos de su monitor de 'body combat' y una historia en los vestuarios del gimnasio, el sufrimiento es del chungo, del que no merece la pena aguantar. Estas cosas pasan, incluso en las mejores familias, y aunque desde una suite en Las Vegas todo puede parecer diferente, yo no las perdono.

Olvidar a una mujer por la que se siente algo nunca ha sido fácil. Muchos artistas de medio pelo han basado su carrera en las deprimentes semanas que siguen al desengaño o la ruptura. Hay muchas recetas. Emborracharse nunca ha solucionado nada, tampoco fumar hierba, ni siquiera una fiesta sexual en toda regla, pero todo ello permite pensar en otras cosas; qué mejor que reflexionar sobre dónde aparcaste el coche, por qué te duelen los músculos de la cara o qué cojones son esos granos que te han salido en el pene. Cualquier cosa mejor que pensar en ella. Pero siempre vuelve. Siempre.

'Un clavo saca otro clavo' de manual, pero no entiendan mal lo de 'clavo'. El sexo fácil solo hace recordar lo gratificante del sexo con algo más, las conversaciones profundas siempre serán mejores en pelotas y despertarse no será tan agradable. Digan lo que digan, la única forma de olvidar a una persona a la que se quiere es queriendo a otra, queriéndola más y por más motivos, con más pasión. Y no hay atajos ni recetas mágicas. Mi madre siempre me dice que todo mejor a fuego a lento y no me parece mal consejo. En la gastronomía es una regla de oro, no veo por qué no puede funcionar en otras áreas.

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