Sé lo que no

By Nuwanda



Dicen que la naturaleza es sabia pero la ciudad debe haber aprendido rápido, porque en un corto espacio de tiempo es capaz de prepararnos para muchas cosas. El sistema nos forma, la familia nos educa y nosotros nos pasamos por el forro de los cojones lo que nos da la gana. Con todo, el paso del tiempo acaba enseñando lecciones. Muy pronto te dice que no puedes permitir segundas traiciones, que a un hermano se le quiere siempre y que el primer amor nunca se olvida.


Por arte de magia, el sexo opuesto cobra importancia en nuestras vidas, poniendo en alerta al macho reproductor a favor de la supervivencia de la especie. La naturaleza, amigos, que además de sabia es bastante puta. Tu padre te dice que debes tratar bien a la mujeres, que debes darle importancia al sexo o que nunca se sabe dónde se puede encontrar el amor y mientras tú apuestas en la fiesta de Año Nuevo para ver cuál de tus colegas folla más en los siguientes 12 meses.

Pruebas, buscas, aciertas y la cagas. Te levantas y vuelta a empezar. Bendita adolescencia, bendita juventud. Crees que la vida te aguarda un paraíso terrenal, llena de mujeres, objetos valiosos y vicios satisfechos infinitamente. Lo habitual es que dure poco pero siempre hay quien se queda anclado en un pasado oscuro o en un futuro tan desconocido como, normalmente, utópico. La mayoría de edad es un paso adelante, a unos les llega con los 18 y a otros, sin embargo, con los 30. Siempre hay una lección nueva que aprender y yo ya había empezado a cagarla bastante antes.

Un verdadero amor es la siguiente lección, porque en la universidad y años siguientes es lo que pasa, que se aprende, nos enamoramos. La tasa de casados que se conocieron en la universidad es alto entre los componentes de mi Facebook. Si sale bien, tras muchos años de noviazgo, el matrimonio llega. Si sale mal, el trastorno emocional hace mella durante los años posteriores a la ruptura pero, al igual que en la facultad, se transforma en aprendizaje. Y se aprende que solo tenemos una oportunidad, que se construye sobre lo que se comparte y se destruye con lo "mío". 

Y puede que, como en nuestra infancia, no sepamos lo que queremos. Yo al menos aprendí lo que no.

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