Hace ya mucho tiempo acepté que siempre me he inclinado por mujeres a las que me cuesta comprender, esas con las que el instinto siempre falla. Me pasa de toda la vida, nací así y así me ha ido. Y aunque entre guantazo y guantazo he visto el amor, aún soy completamente incapaz de reconocer sus síntomas.
Me sonríe, me zarandea, me habla de sus sueños y de cómo piensa conseguirlos. Y pasan dos semanas sin saber de ella, o peor aún, sabiendo que es otro el que ocupa su tiempo. Y cuando parece que sí, es no y vuelta a empezar. Puede que no sea nuestro momento pero parece que le encanta el papel. Y lo peor no es caer en la trampa una y otra vez sino la incertidumbre sobre cuándo será la próxima.
Y me envía una foto. Alimenta mis fantasías, me recuerda que debo sacar tiempo para ella, que es lo más bonito que he visto en mi puta vida y que si esta semana no la veo voy a cabrearme con ella y conmigo mismo hasta el preciso momento en que vuelva a hacerlo. Y vuelta empezar: otra semana, otra foto, otro cabreo.
No quiere que la invite a cenar ni que me vaya pronto a casa, no quiere que deje de escribirla pero tampoco responder y cancela planes que parecía haber diseñado especialmente para nosotros. La lista de citas pendientes es más larga que la de los corruptos del PP y claro, he perdido la cuenta. Me conformo con recuperar un 5% del tiempo no concedido, la mitad de los besos que no me ha dado y dos terceras partes de las noches que nos hemos perdido.
Si está diciendo algo no es en mi idioma. Si quiere algo solo tiene que pedirlo de otra forma. Y si me quiere a mí... Si me quiere a mí... ¿Qué coño quiere de mí?
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@NuwandaVive
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