Luz y voz

By Nuwanda



La historia religiosa está llena de luces. La estrella de David llevó a los Reyes Magos hasta el lugar donde nació Jesús. Unas luces llevaron al ermitaño Paio a la tumba de un hombre enterrado con su cabeza bajo el brazo y que después sería documentada como la tumba del Apóstol Santiago. Y como éstas, muchas otras en todas las religiones y culturas.

Otros, éstos poco devotos, han escuchado voces que les animan a hacer algo, bueno o malo. Desde cargarse a su tío a cuchillazos puesto de cocaína hasta tirarse por la ventana con la seguridad de que surcaría los cielos en ayuda de la humanidad. Algunos aseguran escuchar a sus antepasados, por ejemplo.

Verdad o no, posible o imposible, a todos conocemos una historia así.

Pues hoy digo que yo también veo luces. Van cambiando con los años, unas duran más y otras duran menos, se apagan las antiguas y se encienden luces nuevas. De niño sólo la luz de la mesilla del pasillo me importaba, era la única luz imprescindible en mi vida.

Ahora veo el resplandor de las buenas personas y la ausencia de luz de sus opuestos. Veo la luz que entre el gentío sólo te alumbra a ti. Veo la luz que indica la salida de emergencia entre el bullicio aunque siempre fui de quedarme a ver qué pasa. Mi estrella me dice que voy bien, que tengo que seguir así y aunque desconozco totalmente lo que voy a encontrar, nunca creí en lo malo conocido.

Esa sensación que tienes cuando sabes que estás haciendo lo que debes no es una casualidad, no nos sentimos así por nada, ni podríamos sentirnos así de no haber tomado las decisiones que hemos tomado, son todas nuestras luces que nos iluminan y resplandecemos...

Hoy reconozco que también escucho voces. Una voz que me dice, la muy puta, que siga adelante, que tengo posibilidades y que Ella lo merece. Escucho a mi madre diciéndome que planche las camisas, que no sea vago, incluso me dice, también, que Ella lo merece, que tengo posibilidades, que tire. Bueno y que pase la fregona, que haga la compra, que guarde la ropa doblada dentro de los cajones y que no espere a tener que hacer una excavación entre los platos, los táper, los vasos, las tazas y las cazuelas para encontrar el grifo y poder fregar. También escucho a mi amigo alias "El Gordo" susurrándome al oído "vente conmigo que éstas son unas jugonas" mientras echo una "speedica" partida de cartas con mi familia.

Supongo que, como le sucede a la gente cuerda, todo depende de quién nos hable, de qué nos guía. Por la dualidad divina de las cosas hay luces buenas y voces malas, y viceversa. Estas luces, estas voces, en el mejor de las casos, son los buenos ejemplos, las envidias sanas, la admiración pedagógica, el amor, la ambición... Son las que nos obligan a preguntarnos "¿Y si...?" Hacer caso o no ha sido nuestra responsabilidad desde el origen de los tiempos, desde las primeras luces.

Pero hay una luz que brilla más que ninguna, una voz que hace retumbar los cimientos de lo que pienso y lo que creo, es la señal del camino correcto que aguarda nuestro cruce, una luz que me sigue y me persigue para que no pise en falso y que ilumina con más fuerza cuando todo es más oscuro.

Hace días, por un momento, durante apenas tres o cuatro segundos, La Luz parpadeó y La Voz se calló. Todo fue muy rápido, apenas me enteré de nada, pero sentí algo muy extraño. Noté su ausencia al instante y me sentí increíblemente solo. Solo como no me había sentido en toda mi vida.

Y aunque, como digo, sólo fueron unos segundos, me asusté, tanto o más que cuando a mis padres se les olvidaba dejar encendida la luz de la mesilla del pasillo. Sé que algún día desaparecerá para no volver, se irá y me dejará a oscuras y estaré preparado. Sólo espero que cuando eso suceda ya conozca mi destino.

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