Dormilona

Una cena tranquila, algo de sushi y un helado. Una película buena, algo compleja para nuestro estado de relajación pero interesante en cualquier caso. Cinéfilo yo, permanezco despierto como un búho desde el principio hasta el final pero ella suele caer a los treinta minutos como mucho. Su cabeza cae violentamente contra mi hombro aunque permanece dormida. Dos movimientos estratégicos y adopta una posición, cuanto menos, razonable y se queda frita. Te quedas frita mientras el cine me consume y mi mano acaricia en automático.

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Salimos pronto para llegar a la hora de comer a la playa. Apenas habíamos tomado un café y paramos a desayunar. Otro café para mí y napolitana de chocolate y un ColaCao para ella, siesta al canto. No pasaron ni dos canciones del CD –sí del CD, soy vintage– y ya estaba totalmente dormida. Sin jersey, sin reclinar el asiento, sin estirar las piernas, se quedó dormida sentada y la cabeza cedía directa al cristal. Te pongo una sudadera en la mano e intuitivamente la colocas bajo tu oreja, cayendo definitivamente en coma auto-inducido. Debo decir que me encanta tener que conducir suave pero rápido, con mucho cuidado, mucho mimo, es un reto.

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Domingo noche, debate de televisión o película del 2008. Yo no tengo problemas con el cine ni con los debates pero a ella no le pasa igual. Tras una cena normalita, ni mucho ni poco, una bolsa de Chetoos y algo de beber nos sentamos a ver la tele y, desde el preciso instante en el que apoyó su cabeza en el cojín, ya no hubo vuelta atrás. Sin demora ni minutos de cortesía, sin piedad, sucumbe al cansancio antes del primer corte para publicidad y ya no vuelve a despertar. A veces me toca los cojones pero nunca, nunca, te despierto. En su favor diré que puedo levantarme tranquilamente, cocinar algo, volver a sentarme, volver a levantarme y volver sentarme otra vez que ella no se despertará...

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Nunca he entendido porque a las mujeres les gusta tanto dormir, incluso a las que duermen poco... Es algo superior a sus fuerzas.