La distancia es como el alcohol: saca la verdad de cualquier relación. Muchos han cantado la famosa frase de “la distancia hace el olvido” pero me gusta más esa que dice “la distancia es aquello que devuelve al amor, el mismo gusto que la costumbre le hizo perder”.
¿Con esto a dónde quiero llegar? No voy a hacer filosofía sobre un tema tan manido como lo complicado que es mantener una relación a distancia. Sólo quiero poner en valor todo aquello que no se disfruta más que en el recuerdo y que cuando los kilómetros se acaban, aparece como una sorpresa, un regalo para la vista, el tacto, el olfato, el oído y hasta para el gusto.
Ahora que por fin te tengo delante pienso… “eres tan sexy”.
Esa mirada de perdido cuando te levantas, pelo desordenado, camiseta blanca, nada como ese abrazo eterno en el que no eres capaz de articular palabra pero con el que a la vez no puedes decir más cosas y más románticas.
Nadie luce como tú la toalla de la ducha. Ante un mal día, sólo hay que sentarse y esperar, tras una ducha de 40 minutos de la que cualquier guisante saldría arrugado, a que aparezcas tú con la toalla en la cadera, aún mojado… ¡qué perfección! Por favor, vuelve a pasar por delante, creo que aún me quedan detalles por admirar.
¿A qué edad empieza a estar mal visto besarse en los semáforos? Y no me refiero a un beso como quien se da la paz en misa, me refiero a un beso de los que hacen que hasta el semáforo se ponga colorado. Sólo por eso, ya merece la pena el pasear contigo.
Sé bueno y cocina para mí. Durante esos 15 minutos (no más) eres como un superhéroe, dominando a todas aquellas bestias incandescentes y chispeantes. Tú pones la gracia, yo pongo el vino y juntos hacemos el postre.
Hay una frase que dicha en el momento apropiado consigue sacar de nosotras algo más que una sonrisa. En el preciso momento en el que, después de sobrevivir a un día de trabajo, imbéciles, atascos, lluvia y tacones; te desmaquillas, te das las cremas revitalizantes con más vitaminas que el colacao y cuando estás acercándote a rastras hacia la cama oyes esas palabras mágicas: “estás tan guapa”.
En ese momento, no hay nadie que esté más bueno que tú.
Se acaba el día, regálame una mirada, un beso, un te quiero… el resto saldrá solo.
Qué ganas de volver a empezar.
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