Llevo varias semanas con un déficit de creatividad importante. Quiero pensar que tiene que ver con mi trabajo pero lo desconozco, es la primera vez que me pasa. No se trata de buscar excusas sino de identificar las causas de dicho fenómeno psicológico –y fisiológico en muchos casos pues tiendo a tirarme del pelo, morderme las uñas o beber–. No es que no tenga ideas que puedan ser divertidas, interesantes o simplemente entretenidas. Tenerlas, las tengo. El problema está en mi limitada capacidad para desarrollar un post al respecto, algo que me ha recordado una frase que me decía mi madre...
El día que sufrí mi primer desamor, ciertamente patético e infantil, mi madre, para tranquilizarme y evitar que cayera preso de la misoginia con once años, me dijo: "hijo, si no ha pasado es porque no tenía que pasar". Y funcionó.
Funcionó tan bien que a los diez o doce días ya me había vuelto a enamorar, me había vuelto a declarar casi rodilla en tierra y había vuelto a fracasar en esta gran mentira que es el amor eterno. Ese día llegué a casa más cabreado que triste. Las mujeres me parecían todas unas gilipollas aunque dos días atrás eran lo más maravilloso del mundo –siempre después de un buen partido de hockey con los colegas– y tres meses antes eran el puto enemigo con la entrada vetada en cualquier fiesta de cumpleaños, cancha de baloncesto o la parte más alta de la torre del parque. Aún no sé cómo sobreviví a aquella estructura de hierro hueco oxidado por la humedad y madera desgastada, negra y llena de todo tipo de agradables mensajes tallados con navajas. Mi madre, en aquella ocasión, me dijo, como no podía ser de otra forma: "hijo, si no ha pasado es porque no tenía que pasar". Pero ya no me pilló.
No pasó por algún motivo, seguramente por la maldita y sencilla razón de que le gustaba otro chaval más que yo, porque, eso sí, yo también le gustaba. Eran buenos tiempos, te rechazaban pidiéndote perdón, casi arrepintiéndose a la vez que decían: "será mejor que no nos volvamos a ver nunca más. Adiós".
Dejé de contarle estas cosas a mi madre durante unos años. En mi opinión de entonces, todo tenía una explicación y las cosas no dejaban de pasar porque no tuvieran que pasar, tenía que ser más complicado. Creo que es la época en la que también empiezas a masturbarte, pero no me hagáis caso, ése es un cálculo muy complicado. Más pronto que tarde supe que mi madre sólo me decía eso para consolarme.
Doce o trece años después de aquello, tras muchos fracasos, algunos medio-aciertos, sólo un gran éxito e infinitos "si no ha pasado es porque no tenía que pasar", sé cuál es mi error. Tengo muy claro que mi problema es no saber qué decir en el momento clave. No es que no sepa lo que me gustaría decir, es que no encuentro las palabras que me catapulten directamente hacia el éxito, hacia la victoria, hacia mi conquista, hacia ella.
Exactamente igual que cuando me siento a escribir.
Sé lo que quiero escribir pero soy incapaz de hilar dos párrafos coherentes. Y me niego a creer que no me salgan porque no tengan que salir, más aún cuando no hay una mente femenina entre mis expectativas y mis posibilidades reales. Ahora que sé que hay textos que se escriben sobrio y textos que se escriben borracho, me doy cuenta de que no elijo –ni elegía– bien el momento de ponerme a teclear. Dudo que exista correlación alguna entre ambos fenómenos pero en el fondo son lo mismo, mis fracasos o, como diría Juan Tallón, mi basura personal.
De ahora en adelante, para empezar, me esforzaré en no estar muy borracho cuando intente ligar ni muy sobrio cuando me siente a escribir. Lo primero es realmente jodido y no bebo asiduamente. Lo segundo, a priori, es mucho más sencillo, como bien han podido comprobar.
Exactamente igual que cuando me siento a escribir.
Sé lo que quiero escribir pero soy incapaz de hilar dos párrafos coherentes. Y me niego a creer que no me salgan porque no tengan que salir, más aún cuando no hay una mente femenina entre mis expectativas y mis posibilidades reales. Ahora que sé que hay textos que se escriben sobrio y textos que se escriben borracho, me doy cuenta de que no elijo –ni elegía– bien el momento de ponerme a teclear. Dudo que exista correlación alguna entre ambos fenómenos pero en el fondo son lo mismo, mis fracasos o, como diría Juan Tallón, mi basura personal.
De ahora en adelante, para empezar, me esforzaré en no estar muy borracho cuando intente ligar ni muy sobrio cuando me siente a escribir. Lo primero es realmente jodido y no bebo asiduamente. Lo segundo, a priori, es mucho más sencillo, como bien han podido comprobar.
Lo que no pasa, no pasa por algo, ya sean copas de menos o copas de más.
Lo difícil, claro está, es saber por qué.
PD.- Otro día hablaremos de lo que no sabemos decir –los machotes, los trípodes, los hombres vaya–.
Me ha encantado!!! Yo que siempre habia pensado que las cosas "que no pasan es porque no tenían que pasar" y que ultimamente me lo replanteo.
ResponderEliminarGracias por otro gran post!!
¡Muchas gracias! Soy de los que piensan que hay que poner algo de racionalidad en esta locura que es la vida, ya hablemos de escribir o de ligar. Hoy me paso por vuestra casa ;)
EliminarNo os lo perdáis: http://loqueellosnosaben.com/