Que la guarra sea ella

By Nuwanda

Históricamente a los hombres, como buenos machistas-de-mierda, se nos ha considerado seres celosos... No seré yo el que lleve la contraria a la Historia, lo somos, pero sí quiero hacer un aporte trascendental: no más que las mujeres. Mi amiga Anónima lo reconocía en un post.

Wikipedia, que lo sabe todo menos lo importante, dice:
Los celos son una respuesta emocional compleja y perturbadora, que surge cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera como propio. Comúnmente se denomina así a la sospecha o inquietud ante la posibilidad de que la persona amada nos reste atención en favor de otra. También se conoce así, al sentimiento de envidia hacia el éxito o posesión de otra persona.
Y no le falta razón. Hasta aquí todo correcto. Todos, hombres y mujeres, los hemos sentido.

Como leones, los hombres percibimos como amenaza a todo varón de talla superior a la nuestra, con más pasta que nosotros, con mejores ropajes que nosotros, con mejor conversación que nosotros, que haga reír más que nosotros, que sea más educado y caballero que nosotros, que tenga un coche mejor que nosotros, etc. E aquí, la definición de envidia. Si aderezamos con un poco de inseguridad o alguna mala experiencia previa tenemos unos celos de manual. Usando un juego de palabras, somos celosos de aquellos que pueden darnos envidia por algo y sentimos envidia por aquellos que nos ponen celosos. Un pez que se muerde la cola, y nunca mejor escrito.

El macho dominante puede emplear estrategias más o menos discretas para recuperar su atención. Puede devolverle su chaqueta o preguntar qué quiere de beber o puede reaccionar instintivamente, algo así como: "oye, cariño, nos vamos", presentarse ante el tipo en cuestión y estrujarle fuertemente la mano, marcando territorio, o puede acercarse y marcar a la hembra con un buen beso, ya sea lateral o frontal. Patético. Sudo. No tengo vergüenza pero sí dignidad.

Para el hombre los celos son sexo. Si no hubiera sexo, no habría celos. Sólo envidia pura y dura. 

Los hombres suelen verse más afectados ante la idea de que su pareja tenga relaciones sexuales con otro ("infidelidad sexual"), mientras que las mujeres sufren más cuando se trata de cuestiones que tocan lo que podría denominarse "infidelidad emocional".
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La vida y las mujeres enseñan que los celos son totalmente contraproducentes, que ser celoso va especialmente en contra del que siente los celos pues es el que tiene el palo metido por el culo. Siempre sospechando, siempre pensando mal, es insufrible. Es capaz de joder una noche, un fin de semana, un viaje de verano o toda la relación por un comentario fuera de lugar, un amigo cariñoso o una sospecha llevada al límite.

Lo peor de estar soltero es que los celos se sienten por personas con las que ni siquiera estamos.

Como leonas, las mujeres perciben como amenaza a toda hembra de talla superior a la suya, con más pasta que ellas, con mejores ropajes que ellas, con mejor conversación que ellas, que haga reír más que ellas, que sea más educada y elegante que ellas, que tenga un coche mejor que ellas, etc. E aquí la definición de envidia. Pero en este caso, no hay aderezzo sexual, no sufren sólo por la posibilidad de que su hombre se acueste con esa zorra perfecta. Sufren por la posibilidad de que se enamore de ella.

Ellas tienen algo a su favor: sus armas de mujer. Y confían mucho en ellas aunque, como nosotros, también se la pegan de vez en cuando. Dichas armas aumentan su seguridad en ellas mismas y permite que se les noten menos. A ellas, incluyendo lo dicho, les jode que otra mujer nos haga reír, que mantengamos una conversación interesante, son más de pensar: "¿qué tendrá ella?"

Para ellas, los celos no son sólo sexo. Aunque no lo hubiera, los celos seguirían existiendo en la bancada femenina. También hay un punto importante de envidia según fuentes consultadas.

Se han observado también diferencias relacionadas con la principal función que cumplen los celos y el sexo. Desde la perspectiva masculina se trata de garantizar la paternidad de los hijos, diferente a las mujeres, las cuales tratan de asegurar los recursos y el compromiso de su pareja con ella y sus descendientes.
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La forma de somatizar los celos dice mucho y las reacciones de la mujeres son muy variadas pero las resumo en dos.

Por un lado están las que montan un pollo –muy propio de edades tempranas–. Suelen creer que cuanto mayor sea la discusión más tiempo tardarán en volver a sentir celos. Craso error pues cuando un hombre está con una mujer que le grita sólo pensará en aquella otra mujer que no lo hace. Su versión extrema es: "Cariño, si la puta-guarra-malfollada esa se vuelve a acercar a ti o vuelve a mirarte así, la rajo".

Y por otro están las que, sin darnos cuenta, hablan con un tío más alto, más guapo y más divertido y dos o tres días más tarde nos dicen: "Oye Nuwanda, tenemos que hablar".

Ambos sexos sentimos celos, ambos odiamos tenerlos y en pocos casos lo expresamos igual. Cambia la mecha que los prende y el tipo de explosión pero todo es dinamita. Y si jugar con fuego ya es peligroso... Desde hace no mucho, creo que hay que saber hacerlo, hay que saber jugar y hacerlo bien.

Es curioso ver cómo la perspectiva sobre los celos cambia con los años. En la adolescencia lo raro es no estar celoso. Todos los tíos quieren ligar lo máximo posible y las mujeres empiezan a gozar de la atención de sus contemporáneos, atención que quieren explotar. Amoníaco y papel de plata en una botella.

Durante la universidad los celos no son tan habituales pero sí mucho más determinantes. Si escuchabas el rumor de que tu novia te ponía los cuernos era muy probable que, efectivamente, te los estuviera poniendo. Época complicada para todos pues los hombres jóvenes atraen a las chicas jóvenes y no tan jóvenes e igual en el otro bando, entrando con ello en el mercado global del folleteo, un mercado sin barreras de entrada de ningún tipo en el que lo difícil es estar totalmente seguro de que de tu cabeza sólo sale pelo.

Cuando somos más mayorcitos los celos esporádicos son un problema menor gracias a vivir en manadas de parejas. Los celos serios son el mayor problema de todos. Hay mucho de confianza  o desconfianza detrás de este comportamiento, conocemos bien el entorno en el que jugamos, los más oscuros placeres que ofrece, y reflejamos nuestra propia inseguridad.

Ahora, creo yo, la clave está en encontrar a alguien a quien no podamos engañar nunca y hacer todo lo posible para ser igualmente correspondido porque, a la larga, lo que hagan los demás es cosa suya y sólo suya y nosotros sólo sobreviviremos con la tranquilidad de haber hecho lo correcto, todo lo posible, desde el corazón.

Es decir, en nuestro caso, queridos trípodes, con la tranquilidad de que la guarra sea ella. 


2 comentarios:

  1. Nunca me consideré celosa. El día que me descubrí sintiendo celos me extrañé. Después confirmé que tuvieron un porqué, y lo preocupante no fue lo sexual sino lo emocional (en mi caso se cumple la generalidad que dispones). Y odio pensar que sólo fueron celos alerta y que no tengo de los otros, envidio a quienes los sientan.

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    1. Los celos, creo yo, es mejor no sentirlos aunque resulta inevitable. La clave es cómo los afrontamos. Es un indicador de que se siente algo por alguien, lo que sea, y a la vez lo asociamos a desconfianza, algo bastante contradictorio. Son jodidos.

      Y se aprende mucho de ellos.

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