Mujer de revista y musa de mi infancia

By Nuwanda

 

Caoba caribeño y blanco polar, cómo no matar por su sonrisa contrastada o su elegancia idolatrada...


Ella fue, hace muchos años, una de esas divas que uno recuerda toda la vida. Como cuando mi abuelo, whisky solo en mano, me decía: "Hijo, no sabes lo que era Audrey o Sofía, eran diosas"...

Tardé poco en darle unos cuantos nombres con las mías. Y estuvimos de acuerdo.


Pronto trascendí del posado veraniego de Ana Obregón y de las portadas de Interviú, y de su contenido en los mejores días, en favor de la todopoderosa tecnología que abrió ante mí los anales de la fisiología femenina.


La pornografía no tardó en convertirse en un bien abundante y poco valioso. Ver un par de tetas era tan sencillo como poner "tet" en el buscador, por aquella época Internet Explorer o Netscape, y pronto dejaron de tener valor...

¿Tenía sentido que los hijos instaláramos el control parental?


Dejaron de valer las tetas en general y empezaron a apreciarse las tetas en concreto. No bastaba con que fueran grandes y redondas, tenían que ser las de Catherine Zeta Jones o Claudia Schiffer. 


Sucedía que las tetas más deseadas no eran tan fáciles de encontrar como las tetas en general, había que buscarlas a conciencia. Había que visitar cientos de webs de fondo oscuro con fotos de tías en pelotas clasificadas en menús de hipervínculos azules por orden alfabético.


Naomi siempre fue una de ellas.

Una de esas musas a las que no necesitábamos ver sin ropa para adorar, una de esas a las que nos incluso nos molestaría ver en pelotas en las portadas de las revistas, una de esas mujeres que hasta nuestros nietos deberían conocer.

Era una de esas mujeres a las que se asocian con un diamante y una sonrisa.


Te quiero Naomi.

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