By Nuwanda
A veces las personas se conocen de la forma más paradójica posible. He conocido gente en una playa a las seis de la mañana, en todos y cada uno de los medios de transporte conocidos, en miles de bares, en Roma, en Praga, en Londres, en Cancún y en toda España. He conocido gente de lo más variopinta, desde alcohólicos hasta seminaristas, desde mentes brillantes hasta seres mononeuronales, desde pilotos de avión hasta repartidores de prensa pero a él no.
Conocí a Juan –llamémoslo así– en un bar de barriles, con dos cervezas y una tapa de aceitunas sobre la madera, como se conoce a los hombres de bien, a la gente sencilla. Una amiga nos presentó.
Su gran capacidad para mantener el silencio y escuchar no hizo más que ponerme nervioso, sentí como si me estuvieran examinando. De vez en cuando, asentía o ponía cara de "qué interesante esto que estás contando". No tuvo reparos en decirme "con eso no estoy nada de acuerdo", "creo que tienes razón" o "buena reflexión" y todavía, hoy, muchos meses después, sigo sin haberle escuchado gritar fuera de una noche loca, el descenso al trote de una montaña o en pleno éxtasis musical.
En seguida supe que hablaba con una marcada personalidad, tan marcada como su incipiente calvicie o las facciones de su cara.
Podría haber empezado la conversación con un análisis de su CV, de su trayectoria profesional, sus éxitos vitales, sus mayores habilidades o cualquier otro aspecto personal o profesional que generara automáticamente una valoración notable por mi parte. Y habría tenido éxito si así lo hubiese hecho pero no, Juan no era, ni es, así.
De hecho, contar, contó pocas cosas pero, a diferencia de los introvertidos, podría pasarse días enteros escuchando.
En un primer momento pensé que sería aficionado al ajedrez, ingeniero de algo y próximo marido de alguna mujer inteligentísima. No recuerdo una ocasión en la que me haya equivocado tanto. Resultó que le gusta leer, comer, beber, ver películas, escuchar música y salir con sus amigos. Un hombre sencillo y complejo a la vez, un hombre de bien. Estaba soltero y estudió lo mismo que yo. Cosas que pasan por vivir en un pañuelo, supongo.
Lo que más me sorprendió fueron sus referencias de lectura pues leía los mismos blogs que yo. Puede que os parezca una tontería pero no es fácil encontrar hombres normales que lean blogs de forma recurrente y demuestren interés y admiración por los autores de los mismos. A Juan le faltó tiempo para hablarme de todos. Nuestra amiga se quedó alucinando.
Posteriormente, sería una de mis principales apoyos para crear y mantener Nuwanda Vive.
Meses más tarde la perspectiva invita a hacer balance de una amistad que desde el primer momento supe que perduraría en el tiempo. Hoy puedo decir que si tiene novia es gracias a un servidor que ahora se enorgullece de su labor celestina, que su opinión sobre muchas cosas es im-pres-cin-di-ble para que pueda tomar un decisión y que nos queda mucha España por recorrer.
A la "zorrupia" no tengo ni idea de dónde la ha sacado.
Creo que un concepto de amistad similar es una gran comienzo para coger cariño a alguien. Esa homogeneidad evita frustraciones, ofrece comprensión y apoyo cuando no podemos o no queremos dar explicaciones y una métrica común para el tiempo y la distancia. Hace de la amistad algo sencillo.
Sabía que seríamos buenos amigos desde el primer día. Después de varios viajes, muchas lecturas, varios conciertos, muchas cenas y todas las demás cosas simples que tenemos en común, mi conciencia dormía tranquila sabiendo que si tenía cualquier problema, habría un restaurante o un bar al que no tendría que acudir solo para ahogar las penas en reducción de Pedro Ximénez o Johnny Walker.
Todo ha sido muy normal hasta ahora, una amistad sana y fuerte como pocas que apenas necesitaba una botella de vino, mejor Rioja que Ribera, para arreglar el mundo en un par de horas.
Todo funcionaba. Todo iba perfecto.
Todo fue muy bonito, una amistad cojonuda, un tipo cojonudo, hasta que se compró un coche. Blanco. Y ahora ya no sé si sentarme delante o detrás, si chocarle la mano o decir: "Buenas tardes. A la Puerta del Sol por favor".
Si me tocara detrás, por lo menos, tengo muchos más blogs que antes para entretenerme.
No es que sea fácil ser su amigo, es que resulta muy jodido no serlo.
Busquen a alguien que reúna dos tercios de lo comentado y tendrán un buen amigo.
PD.- Para un hombre de bien que os presento y está pillado y bien pillado...
Falta que reúne ser madridista hasta las putas pestañas y uno de los mejores bailarines (esto igual aún tiene que conocerlo Madrid). Muy buena descripción.
ResponderEliminarNano.
¡Gracias por tu comentario Nano! Un hombre de bien debe ser madridista, aunque sea un poco. En este caso, como bien describes, queda fuera de toda duda ;)
EliminarRespecto a lo de bailar, escribí algo al respecto, por si te interesa: http://www.nuwandavive.com/2013/09/los-hombres-que-no-bailan.html
Un saludo!
Nuwanda
Blanco????? Blanco????? Pero dónde quedaron los coches oscuros!!!!!!!!
ResponderEliminarPuedes decirle a Juan que llego a Barajas el día 29, que me pase a buscar por la T4, please. A ver si me hace precio amiga.
Beso enorme a los tres, Nano incluido. ;)
"Muy bien señora, allí le estará esperando mi compañero Gracias por utilizar los servicios de Radio-Taxi"
EliminarMe alegro de verte por aquí
;)
Yo en mi línea... "... es una gran comienzo para coger cariño" y verás que sólo es eso lo que chirría de un post de Oda a la amistad. Yo que ayer me mosqueé con unas amigas y hoy no tengo plan por eso mismo.
ResponderEliminarBuen finde y saludos, nanos
Gracias
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