By Nuwanda
Mi amiga Anónima me creyó capaz de hablar sobre el instinto maternal y vaya si lo soy.
De niño, estuve en un colegio privado y religioso y en Ciencias Naturales saqué mi primer diez en el tema de Reproducción Humana. No entraba en mí, estuve eufórico durante una semana, los bedeles del colegio me lo repetían al entrar por la puerta del pabellón, "enhorabuena chico, bien hecho". Era grande, sabía más que nadie sobre ellas y su sistema reproductor. De mayor sería un follador.
Las teorías antropológicas aseguran que el instinto maternal resulta atractivo de forma subconsciente porque implica que la hembra cuidará bien de los retoños. Mi amistad con la antropología no tiene límites conocidos pero si tuviera uno, ése sería el de un bicho borracho que lleva dos horas siguiéndome y persiguiéndome allá por dónde voy con el convencimiento de que soy el mejor padre para sus hijos.
¡Vais! ¡Vais!
El instinto maternal puede reflejarse de muchas formas. Unas son más tolerables que otras y algunas son simplemente imperdonables, merecen la pena capital, desaparecerá del Facebook, de Whatsapp, de Twitter, de Pinterest, de Tumblr –echad un vistazo al mío, os gustará– y borraré el feed de su blog de mi lector, desaparecerá, dejará de existir, como si nunca nos hubiéramos conocido.
Dije, hace no mucho, que puedo tolerar que se pare a hacer caricias a todos los bebés que nos crucemos por el camino pero no que me coja la mano mientras lo hace. La explicación es filosóficamente simple, se llama libertad individual. Es la que nos permite hacer lo que nos salga de los huevos mientras no perturbemos la libertad de otro. Pues bien, entra dentro de su libertad individual empezar a hacer ruidos extraños y poner caras hasta el momento desconocidas pero está jodiendo la mía, mi libertad, mi preciada libertad, me coacciona. Y no me salten con que en el amor hay que ceder, que en cuanto te comprometes asumes un libertad menor y todas esas cosas, supónganlo dicho, aquí hablamos de otra cosa, de timing, de contemporizar, o sea, temporizar con alguien.
Ella agarra los bracitos de la inconsciente criatura y los mueve suavemente mientras la otra hembra, la madre, observa el momento con vigilancia felina y una mano en el bolso. Ella me mira sonriente, la veo contenta, yo vigilo a la madre. Pienso que "los bebés les parecen divertidos a todas", que "es normal" pero ella vuelve a mirar. En esta ocasión lo hace emocionada, como invitándome a compartir ese momento con ella, quiere verme en esa situación y yo la veo tan contenta...
Esta situación es realmente peligrosa y con casi toda probabilidad acabaremos cogiendo los bracitos del bebé mientras ella pone una mano sobre nuestra espalda encorvada, orgullosa del hombre que cree tener. Rendiciones como ésta tienen consecuencias, dos son estadísticamente frecuentes: generemos falsas expectativas –salvo, claro está, queramos repoblar España– y provocar una discusión perdida antes de haber comenzado.
Estás comprando papeletas a precio de saldo, amigo. Estás jodido.
Y es agobiante, muy agobiante.
Gracias a los cielos no todas piensan igual en el mismo momento, cosas de la masculinidad emocional que las mujeres han desarrollado, a unas les llega antes y a otras más tarde. En algún momento les pasa a todas aunque las circunstancias sean las que finalmente decidan el desenlace. No todo es meterla y esperar, claro que no. El caso es coincidir o no coincidir, momentum, alineación de astros, bendiciones de los dioses...
Si sí, bombo o, peor aún, pedida, boda, viaje de novios y bombo.
Si no, puerta.
Aquellas mujeres que tienen el instinto maternal más desarrollado, además de llegar siempre demasiado pronto a la fase descrita anteriormente, tienden a hacer saber a todo el mundo a través de su apariencia y su conversación que ellas quieren ser mamás. Son pocas las que salen favorecidas con esta idiosincrasia pero a veces hay sorpresas. Recuerden la antropología.
¿Qué me dicen de esos vaqueros con botas y camisa? ¿Y de esas faldas por debajo de la rodilla con esas blusas de telas desconocidas? Esas chaquetas con coderas y esos bolsos... ¡Qué bolsos! Esos megabolsos en los que cabe todo mi piso, esos que nunca deberían considerarse equipaje de mano, esos en los que lo raro es encontrar lo que se busca. ¡Y el Barbour! ¡No nos olvidemos del Barbour! Por ahí no paso, ahí muero, es el final. Hay excepciones, como siempre con la moda pero ésta no es una de ellas...
Ahora imagínense a la chica sin el Barbour, sólo sin el Barbour. ¿A que el tema mejora? Pues eso.
Los tacos les sacan de sus casillas. No entienden su uso, no lo comparten, no los usan. Con lo guapas que están cuando dicen "joder" o, mejor aún, "qué gilipollas eres", ellas suelen decir cosas como "no hables así Nuwanda" o "qué bruto eres". Sufren por la vestimenta de su pareja como si fuera la de su propio hijo y "¡o te pones esos zapatos y te metes la camisa por dentro o tú no vienes conmigo!" Es mejor no tentar la suerte en estas situaciones, no hay ninguna posibilidad de sacar algo bueno de ellas.
Se vuelven más caseras y disfrutan de cosas que para ti tienen un límite muy distinto. Desde ver tres películas seguidas con palomitas y chocolate hasta leer revistas del corazón o ver programas similares como si no tuvieran que hacer nada más en la vida, uno tras otro, sin descanso ni para hacer pis ni, por supuesto, dejarte hacerlo a ti porque "¿qué tipo de novio/marido trata así a su novia/mujer?".
Sin embargo, no todo es malo en las hormonas de la maternidad, claro que no. Tienen cosas buenas. Son especialmente protectoras, tienen momentos realmente tiernos y momentos de verdadero carácter, combinación afrodisíaca como pocas, tienden a ordenar cosas, cosas que con toda probabilidad hemos desordenado nosotros, se compran ropa que no se pondrán más allá de ese día y empiezan a cocinar como si fuera la pasión de su vida con, más o menos, satisfactorios resultados.
Cosas de chicas, dicen ellas.
Un hombre de bien, alguien que busque algo serio, se preguntará: "Si es así con 26 años ¿cómo será con 35 y dos hijos?"
¡Vais! ¡Vais!
El instinto maternal puede reflejarse de muchas formas. Unas son más tolerables que otras y algunas son simplemente imperdonables, merecen la pena capital, desaparecerá del Facebook, de Whatsapp, de Twitter, de Pinterest, de Tumblr –echad un vistazo al mío, os gustará– y borraré el feed de su blog de mi lector, desaparecerá, dejará de existir, como si nunca nos hubiéramos conocido.
Dije, hace no mucho, que puedo tolerar que se pare a hacer caricias a todos los bebés que nos crucemos por el camino pero no que me coja la mano mientras lo hace. La explicación es filosóficamente simple, se llama libertad individual. Es la que nos permite hacer lo que nos salga de los huevos mientras no perturbemos la libertad de otro. Pues bien, entra dentro de su libertad individual empezar a hacer ruidos extraños y poner caras hasta el momento desconocidas pero está jodiendo la mía, mi libertad, mi preciada libertad, me coacciona. Y no me salten con que en el amor hay que ceder, que en cuanto te comprometes asumes un libertad menor y todas esas cosas, supónganlo dicho, aquí hablamos de otra cosa, de timing, de contemporizar, o sea, temporizar con alguien.
Ella agarra los bracitos de la inconsciente criatura y los mueve suavemente mientras la otra hembra, la madre, observa el momento con vigilancia felina y una mano en el bolso. Ella me mira sonriente, la veo contenta, yo vigilo a la madre. Pienso que "los bebés les parecen divertidos a todas", que "es normal" pero ella vuelve a mirar. En esta ocasión lo hace emocionada, como invitándome a compartir ese momento con ella, quiere verme en esa situación y yo la veo tan contenta...
Fuente: http://melisaki.tumblr.com/
Esta situación es realmente peligrosa y con casi toda probabilidad acabaremos cogiendo los bracitos del bebé mientras ella pone una mano sobre nuestra espalda encorvada, orgullosa del hombre que cree tener. Rendiciones como ésta tienen consecuencias, dos son estadísticamente frecuentes: generemos falsas expectativas –salvo, claro está, queramos repoblar España– y provocar una discusión perdida antes de haber comenzado.
–Qué mono era el bebé ¿eh? –pi----------------------------------
–Y que borde la madre, pobre chico.
–Sí, un poco rara sí era pero el bebé era tan guapo ¿no te ha encantado? –pi------------------------------------------------------------------pi
–Era divertido, le daba igual que estuviéramos jugando con su cuerpo sin piedad ni permiso...
–Me encantan los bebés –pi---------------------------pi---------------------------pi.
–Un ratito están bien.
–No te gustan nada los niños ¿verdad? –pi----------------------pi----------------------pi----------------------pi.
–Pues hombre, ahora no mucho la verdad. Está bien jugar con ellos y si tuviera un hijo seguro que me encantaba pero... Como que no lo veo, hay mucho antes de llegar a eso.
–¿Y por qué lo has hecho? ¿Por qué has jugado con él? –pregunta un poco enfadada sin recibir respuesta alguna– Pues yo quiero ser una mamá joven –pi---------pi----------pi--------pi---------pi----------pi
–Eso cambia mucho dependiendo de lo que consideres por "ser joven".
–Tú eres tonto. Lo seré antes de los 30 seguro –pi--------pi--------pi--------pi-------pi-------pi--------pi
–No sé... Yo no lo pienso, sé que me gustará pero cuando tenga que gustarme. Ahora no.
–Pues no me gusta nada la verdad –piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Estás comprando papeletas a precio de saldo, amigo. Estás jodido.
Y es agobiante, muy agobiante.
Gracias a los cielos no todas piensan igual en el mismo momento, cosas de la masculinidad emocional que las mujeres han desarrollado, a unas les llega antes y a otras más tarde. En algún momento les pasa a todas aunque las circunstancias sean las que finalmente decidan el desenlace. No todo es meterla y esperar, claro que no. El caso es coincidir o no coincidir, momentum, alineación de astros, bendiciones de los dioses...
Si sí, bombo o, peor aún, pedida, boda, viaje de novios y bombo.
Si no, puerta.
Aquellas mujeres que tienen el instinto maternal más desarrollado, además de llegar siempre demasiado pronto a la fase descrita anteriormente, tienden a hacer saber a todo el mundo a través de su apariencia y su conversación que ellas quieren ser mamás. Son pocas las que salen favorecidas con esta idiosincrasia pero a veces hay sorpresas. Recuerden la antropología.
¿Qué me dicen de esos vaqueros con botas y camisa? ¿Y de esas faldas por debajo de la rodilla con esas blusas de telas desconocidas? Esas chaquetas con coderas y esos bolsos... ¡Qué bolsos! Esos megabolsos en los que cabe todo mi piso, esos que nunca deberían considerarse equipaje de mano, esos en los que lo raro es encontrar lo que se busca. ¡Y el Barbour! ¡No nos olvidemos del Barbour! Por ahí no paso, ahí muero, es el final. Hay excepciones, como siempre con la moda pero ésta no es una de ellas...
Ahora imagínense a la chica sin el Barbour, sólo sin el Barbour. ¿A que el tema mejora? Pues eso.
Los tacos les sacan de sus casillas. No entienden su uso, no lo comparten, no los usan. Con lo guapas que están cuando dicen "joder" o, mejor aún, "qué gilipollas eres", ellas suelen decir cosas como "no hables así Nuwanda" o "qué bruto eres". Sufren por la vestimenta de su pareja como si fuera la de su propio hijo y "¡o te pones esos zapatos y te metes la camisa por dentro o tú no vienes conmigo!" Es mejor no tentar la suerte en estas situaciones, no hay ninguna posibilidad de sacar algo bueno de ellas.
Se vuelven más caseras y disfrutan de cosas que para ti tienen un límite muy distinto. Desde ver tres películas seguidas con palomitas y chocolate hasta leer revistas del corazón o ver programas similares como si no tuvieran que hacer nada más en la vida, uno tras otro, sin descanso ni para hacer pis ni, por supuesto, dejarte hacerlo a ti porque "¿qué tipo de novio/marido trata así a su novia/mujer?".
Sin embargo, no todo es malo en las hormonas de la maternidad, claro que no. Tienen cosas buenas. Son especialmente protectoras, tienen momentos realmente tiernos y momentos de verdadero carácter, combinación afrodisíaca como pocas, tienden a ordenar cosas, cosas que con toda probabilidad hemos desordenado nosotros, se compran ropa que no se pondrán más allá de ese día y empiezan a cocinar como si fuera la pasión de su vida con, más o menos, satisfactorios resultados.
Cosas de chicas, dicen ellas.
Un hombre de bien, alguien que busque algo serio, se preguntará: "Si es así con 26 años ¿cómo será con 35 y dos hijos?"
PD.- Otro día hablaremos de las mamis de vestido ajustado y todoterreno.
Las que nos gustan a todos vaya.
Voy a contestarte con unas palabras de Ian McEwan para que no se me acuse de mujer agobiante/ pereza /con barbour:
ResponderEliminar"creo que tener un hijo es el paso más importante que se puede dar en la juventud, o en la edad adulta, no importa a qué edad, para aproximarse a la idea de que el mundo prosigue tras tu extinción y que no sólo tiene que ver contigo, que tienes cierta obligación de poner algo sobre la mesa y que no puedes entretenerte demasiado en una especie de frívolo pesimismo, que no tienes derecho, y cuantos más años voy cumpliendo y más me voy acercando a ese eterno olvido, en el breve espacio de conciencia que me queda, ese pequeño sándwich de conciencia que hay entre esas dos eternidades de olvido, más presente tengo y de hecho también más agradable me resulta la idea de aportar algo positivo al proyecto humano"
Generosidad, trascendencia y amor. Joder, Nuwanda ¿a quién, quitando a tus propios hijos, vas a poder querer de verdad?
Ojo que yo no hablo de la maternidad, que me parece algo increíble y deseable. Hablo del instinto maternal, especialmente aquél que está fuera de su tiempo. Estoy totalmente de acuerdo con las palabras entre comillas pero todo tiene su momento, es una cuestión de timing. La crítica principal es para las "mamis" sin hijos, sin novio, sin edad, ni madurez para serlo y que sin embargo se comportan/hablan/visten como si estuvieran esperando el cuarto.
EliminarRespecto a lo de querer de verdad, me hago la misma pregunta desde hace tiempo. Creo que estoy bloqueado emocionalmente. A veces aparece una chica pero desaparece rápido...
Estoy pensando en hacerme astronauta para ver si en Marte tengo más suerte.
Besos ;)
Okay. Si esa es tu postura, la compro. La velocidad con que una mujer te habla de su instinto maternal es directamente proporcional a su desesperación.
EliminarTu frase lo dice todo: "La velocidad con que una mujer te habla de su instinto maternal es directamente proporcional a su desesperación" y además es de una pereza superior.
EliminarRespecto al Barbour, quédese con las excepciones...
;)
Yo de pequeñaja tuve un Barbour. Lo odiaba.
ResponderEliminar(Nada más que decir, jajaja)