"Anónima"
Aunque las feministas más feas se empeñen, hombres y mujeres nunca seremos iguales. Es por esto por lo que en mi rol de mujer no acomplejada por serlo, debo asumir mi responsabilidad y hablar de la maternidad. Aunque la verdad es que el todopoderoso autor de este blog también podría hablar algún día sobre el instinto maternal, le creo capaz.
Con la llegada del otoño, noveno mes del año, empiezan a salir a la luz las consecuencias de ese dicho tan cierto de la primavera la sangre altera y empiezas a ver cómo risueñas señoritas pasean sus panzas con orgullo. Es la única tripa que se debe lucir como si fuera un galón, eso sí que es valor y no lo que hace Cristiano Ronaldo y a él le pagan 17 millones de euros…pero eso es otro tema.
Cuando veo una barriga perseguida por una chica de mi edad, la miro extasiada y mi primer pensamiento es ¿Pero tanto le quieres? No hay prueba mayor de amor que ser capaz de engordar 10 kilos, dejar de comer jamón, olvidarte del sushi, por supuesto de los mojitos y de esas cañas maratonianas de 8 de la tarde a 8 de la mañana. Pero eso no es lo peor, además todos los olores se incrementan, todo te da asco y tu agenda gira en torno a las tres dimensiones, las visitas médicas y las habituales visitas de conocidas y allegadas que convertidas en pitonisas regalan cosas para cuando el nuevo votante tenga un año o incluso más.
Supongo que ver la maternidad como un hecho tan cercano a mí como la designación de Madrid sede de los Juegos Olímpicos, hace que pueda valorar las cosas con la frialdad necesaria. Muchos de los hombres de mi entorno valoran el embarazo como una época en la que a sus parejas les crece el pecho, tienen caprichos raros y los tobillos más gordos. Esto no implica que luego sean los mejores padres del mundo, pero durante esos nueve meses no entienden nada.
Si algún día llegara a ser escritora de libros de preparación al parto, algo súper probable (IRONÍA) probablemente escribiría libros para hombres. Ellos también necesitan una orientación sobre la complicada tarea de gestionar a una nueva gordita, en plena gestación, pero es más sencillo, sólo deben hacerlo como si estuvieran conviviendo con Rambo.
Si alguno tuviera la oportunidad de convivir con Sylvester Stallone durante un día probablemente lo miraría con admiración, pues a las embarazadas lo mismo. Durante nueve meses se preparan para ir a la guerra, cuando avisan de su alistamiento todo el mundo llora, cogen provisiones, compran las armas necesarias, tienen varios entrenadores personales que valoran si están preparadas o no y van a la batalla dispuestas a vencer, con un objetivo claro, volver más delgadas y con un niño morado y llorón vestido de árbol de navidad.
Definitivamente cuanto más pienso en estas cosas, más quiero a mi madre.
La vida de las mujeres ha sufrido muchos cambios de algún tiempo a esta parte. De hecho, ha cambiado más en los últimos treinta años que en varios milenios. Pero algunas tenemos la sensación de que nos hemos pasado de aceleración y consideramos igual de dañino y superficial el "vales lo que pares" que el "hijos ¡qué marrón! No, gracias". Qué sí, Anónima, la maternidad tiene muchas desventajas. Todas las que cuentas y algunas más. Pero esto no es una inversión. Es más ser madre (o ser padre) es lo opuesto: altruimo. "Pero ¿tanto les quieres?" Sí. Y es que es el amor (a nuestro hijo, pareja, familia...) lo que determina lo esencial de nuestra vivencia.
ResponderEliminarSomos luego amamos. O lo intentamos (y lo sufrimos) o lo reprimimos (y lo lamentamos). No hay más.