Me alegro de verte






Te invitaría a cenar con mis amigos, algo así como una presentación, y todo apuntaría hacia un fracaso monumental. Demasiado machotes, demasiado excitables, demasiado distintos entre ellos y tu carácter... Mala mezcla.

–Al final las chicas vais a lo que vais. Un tío con pasta, un poco majete y no muy feo tiene más posibilidades que la mayoría. Oye! Y lo entiendo –diría mi amigo en tono de comprensión–. Es mejor un fin de semana en las Islas Fiji que en Matalascañas. Yo también lo preferiría.
–¿De qué vas? ¿Qué tonterías dices no? La pasta no tiene nada que ver. Es una gilipollez enorme y ofende. Sí, sí, ofende. Podría estar con alguien con más pasta y estoy con Nuwanda –ese sería yo–. No te ofendas –me dirías.
–Vaale, vaaale... Lo acepto: hay excepciones.
–¡Pero! ¿Cómo que excepciones? Tú no te enteras de nada. ¿Siempre es así? –me preguntarías poniéndome entre la espada y la pared.
–Pues claro que soy siempre así guapa –diría mi amigo en tono agresivo.
–¿Pero cómo que guapa? A mí, así, no me hablas ¿eh? 
–A ver... Está intentando picarte. Saber de qué pasta estás hecha –diría yo con la esperanza de templar el ambiente y evitar una masacre. 
–Pues "con la Iglesia te has topado" amigo porque a mí, así, no me habla ni mi padre y me da igual que seáis amigos –dirías señalándonos a ambos– pero por ahí no paso.
–No te pongas así mujer, que tampoco he querido ofender. Sólo quería animar la conversación.
–Pues los machismos te los puedes meter por el culo... 
–¡Ya! Cambio de tema –sentenciaría yo.



Tras firmar la paz nos pondríamos a jugar al póker. Habría que enseñarte y jugaría contigo unas cuantas manos tras una breve clase de teoría básica. Creerías tenerlo cogido a la primera y nos retarías a todos. Te explicaríamos aquello de la suerte del principiante y te partirías de risa de todos nosotros. Estarías convencida de tu victoria y seguramente, por una razón inexplicable, ganarías la partida y todo el bote. Y habría pique. Pique que, por supuesto, no te cortarías en avivar. Mis amigos nunca permitirían que una chica les ganara a todos al póker, seguramente yo tampoco, y habría revancha.

–Esto no puede quedar así. A mí no me gana una chica. Y menos aún una principiante.
–Puedo ganarte cuando quiera –dirías desafiante.
–Revancha
–Por supuesto que revancha –replicarías.

Lo pasaríamos en grande. Les caerías fenomenal y ellos a ti también pese a las primeras impresiones y pasaríamos toda la noche como los protagonistas de Rounders, bebiendo, fumando y jugando sin descanso para salir de allí al amanecer con unas cuantas copas de más, un buen fajo en el bolsillo y muchas ganas de llegar a casa a celebrar la victoria.

***

Pasear por las calles del centro de Madrid, pasear por la Latina tomando cervecitas, comprando pósters, mirando antigüedades y probando todos los pinchos que se nos pongan por delante. Unas aceitunas en una barra metálica, una tapa de calamares fritos y dos cañas bien tiradas. Media de jamón y un par de tintos. Un buen aperitivo.

Pasaríamos por la Plaza Mayor, comeríamos en alguno de los clásicos locales de los aledaños y haríamos una sobremesa a la española, con pacharán o copazo y helado. Pasado un rato, seguiríamos andando y tomaríamos un café en la terraza de un bar de 1910 y continuaríamos hasta el Palacio Real para tomarnos un gin tonic en alguna de las terrazas que rodean los jardines de la Plaza de Oriente. Discutiríamos sobre el comportamiento de un amigo mío respecto a su novia. Tú tendrías razón, como siempre en estos temas, pero yo intentaría mantener el poco honor que aún pudiera habitar en mi amigo dado su CV y entraríamos en modo bucle.

Caería el sol y con él nuestra temperatura corporal y tendríamos que movernos. El protocolo diría que ése era el momento de despedirse, que para no ser novios –aún– había sido una cita más que satisfactoria pero tú te lo estarías pasando tan bien y yo estaría tan a gusto que nos daría igual cualquier excusa, sólo necesitaríamos una mala para no tener que despedirnos y seguir. Y la encontraríamos.

–El otro día estuve sacando unas cuantas fotos por la calle y han salido cosas muy chulas. Deberías verlas.
–¡Ay sí! Qué apetecible. ¿Vamos a tu casa y me las enseñas? Si no tienes planes quiero decir.
–Tú eres mi plan. Mi plan favorito...

***




Abriríamos una botella de vino en mi terraza y hablaríamos sobre cómo empezamos a salir, recordaríamos nuestro primer beso y nos reiríamos de lo patético que fue nuestro comportamiento cuando nos conocimos, especialmente aquél día en la Plaza de Oriente. Ese tira y afloja propio de las personas que saben desde el principio que se gustan, esa especie "ahora sí, ahora no, pero sabes que sí" –algo, por cierto, en lo que nosotros fallamos siempre pues no sabemos identificar dicho entrecomillado–.

Gastaríamos una pasta en comida japonesa. Sushi de salmón, atún y pez mantequilla, Maki de salmón y de atún, California Roll, Sashimi variado y Gyoza, dos raciones, y comeríamos como si no hubiera un mañana disfrutando de un clásico del cine que tú desconocerías y que yo echaría de menos, una de esas películas que hay que ver una vez en la vida y que te encantaría. Al Pacino siempre ha sido grande.

Querrías ver otra del mismo estilo y me sacaría algún as de la manga que resultaría ser casi mejor que la primera. Sin lugar a dudas, discutiríamos sobre cine, y pasaríamos a "modo bucle" –para variar– durante un buen rato hasta que decidiéramos que había que poner otra peli aunque, ésa vez sí, para dormirnos.

[Es importante tener una buena cantidad de películas siempre a mano de géneros variados y cierta actualidad combinado con algún clásico infalible. Nunca sabes cuando lo puedes necesitar.]

Despertarías con el desayuno en la cama sin saber ni a que hora me fui, ni de dónde he sacado todo lo que tienes en la bandeja. Croissants, tostadas, jamón serrano, café, leche, mermelada, tumaca, fruta cortada, un vaso de agua, mini-ensaimadas, mini-napolitanas y palmeritas. Habría una nota apoyada sobre el vaso de zumo que diría: "Buenos días princesa".

***

Pero no. Nada de eso pasará ya.

Y lo que un día fue un nosotros será un "me alegro de verte".

Las cosas son así. La vida lo es.

Hay que tirarse siempre en marcha.

Y yo volví andando a casa.

Pero tú no.

Y de un día a otro, pasaste a ser la chica con la que quise estar y que no supe conquistar, la chica que cambió mi forma de ver las cosas y que no quiso mirar conmigo, la chica que, sin quererlo, me ha dejado con las ganas de todo pero sin las ganas de nadie.

Y me digo que jamás saldría bien y me quedo con las ganas.



Y me dije que no había ninguna posibilidad y aunque me quedé con las ganas, me convencí.

Y un día pensarás en mí y de mí ganas tendrás.

Pero no, ya no...

Me alegro de verte.


6 comentarios:

  1. bonitas suposiciones. a ver si cualquier día cogen y se rebelan.

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    1. Aquí estaré esperando, sentado, bien abrigado, impaciente...

      Gracias por comentar!

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  2. Me ha hecho gracia lo del "buenos días princesa", porque como nadie me lo dice me lo he tenido que poner de fondo en el móvil y así cuando me despierto a apagar la alarma es lo primero que veo, quien no se consuela es porque no quiere ¿no? jajaja
    El texto está muy bien, lástima el final... pero claro si acabase bien no podrías poner la gran canción de Zahara xD
    Besos ^^

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    1. Era de esas que guardaba esperando el momento adecuado, el post adecuado, la persona adecuada...

      Besos ;)

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  3. parece que todo va a ser como es...hasta que deja de serlo.
    olé mi pensamiento profundo! pero es que me ha dejado este texto un noséqué por dentro...

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    1. ¡Gracias Alicia!

      Que los textos dejen un noséqué por dentro es un piropo. Es el objetivo principal de todo cuanto sale de mis dedos...

      Supongo que tienes razón y un día las cosas dejan de ser como son. Uno se tira en marcha y la otra sigue conduciendo... No siempre ocurre igual, que conste. A veces ella se tira y el conduce, aunque menos.

      Gracias! ;)

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