Lluvia 2 de 3


A la mierda los sentimientos

Viene de: Lluvia 1 de 3


¿Recuerdas la segunda vez que quedamos?...

Tras una mañana soleada en tu ciudad, el cielo se hizo blanco en el ecuador del día. El sol brillaba por su ausencia y corría una brisa suave, constante y fría, que obligaba a llevar algo de abrigo. Caían breves rachas de lluvia fina que iban y venían sin orden ni concierto, pasando de todo, sudando de mí y de mis metas pero sin caer lo suficientemente fuerte como para ser divertido. Era todo joder. Pero en aquella ocasión sí llevé paraguas. Y chubasquero. Y zapato apropiado. Ese día no me lo estropeaba ni Zeus.

Dadas las horas, fuimos a tomar un café y dar un paseo. Durante el mismo, el agua no hizo acto de presencia. No es que me importara, estaba preparado, pero era raro que tuviera esa suerte. Fuimos a un par de galerías de arte que insististe en enseñarme, tomamos algo en el bar de un amigo tuyo y continuamos nuestra marcha hacia ninguna parte bajo una todavía intensa luz. Tras la primera cervecita fría llegaron muchas más pero nunca en el mismo bar.



Teniendo en cuenta que ni todo lo que reluce es oro, ni todo el monte es orégano, cuando salimos de aquel bar, el blanco cielo ya había ennegrecido anticipando la tormenta, mi destino. No caía ningún Diluvio pero no por ello llegamos secos al siguiente bar. Fue como si la lluvia de mediodía se hubiese tomado un descanso para un cigarro y hubiera vuelto motivada para joderme el plan ya que pese a que la lluvia seguía siendo fina, ya no caía por rachas. Estaba a gusto ahí, con nosotros y, para qué negarlo, nosotros también un poco con ella.

En la siguiente barra, con el siguiente "chico", con las siguientes tapas, cayó la siguiente cerveza mientras el mercurio continuaba imparable su ascenso hacia el punto crítico...

–La lluvia siempre nos acompaña. ¿Te has fijado?
–Sí!! Creo que es porque no quiere estemos juntos.
–Como la última vez quieres decir...
–[risas] Exactamente como la última vez –dijiste irónica, sonriente y visiblemente excitada por el comentario. Minipunto para mí.
–Espero que no nos mojemos tanto. ¿O sí?... ¿Tienes frío? –pregunté irónico mientras te cogía por el lateral de los hombros y te abrazaba.
–¿Frío? –preguntaste retóricamente entre risas mientras aún te abrazaba– No, no tengo frío y si nos mojamos ¿qué más da?
–Totalmente de acuerdo. Es una pena que me haya acordado del paraguas...
–Un poco sí la verdad...

La lluvia, como cabía esperar tras su reposo de sobremesa, no cesó, y tras otra cervecita decidimos seguir mojándonos y cambiar de bar. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando ya en la puerta, dispuestos a seguir nuestra marcha, dispuestos a cambiar de bar, nos dimos cuenta de que lo que hacía un rato fue una lluvia fina y racheada, casi imperceptible, ahora era de todo menos fina e imperceptible.

–Esto cada vez se parece más a nuestra primera vez... –dije mientras traté de esquivar un pantano que había emergido en mitad de la calzada.
–Cada vez más, sí, aunque estábamos un poco más borrachos e íbamos los dos bajo el mismo paraguas... –dijiste provocativa.
–Ambas cosas tienen solución. Para la segunda dame un rato más, más o menos hasta que pasemos a las copas. Y respecto a la primera...



Me quedé pensativo durante un momento. Quería dejarte pillada y, evidentemente, meterme debajo de tu paraguas. Pensé en las opciones que tenía y la idea de cerrar directamente el mío, pasar la mano por la correa y meterme debajo del tuyo no me satisfago todo lo requerido. Entonces, una idea saludó al pasar en su Ferrari a 200 km/h y sin pensarlo mucho más, agarré con fuerza mi asiático y desechable paraguas y lo metí, sin cerrar y cual matador de toros entrando a matar, en la primera papelera que me crucé por el camino. Debía ser un movimiento rápido y contundente para no hacer el ridículo más espantoso si el paraguas permanecía vivo tras mi intento de asesinato. No lo contó. Mi brazo casi tampoco. Tú alucinaste...

–¿Ves? Ya no tengo paraguas. Vas a tener que hacerme un sitio debajo del tuyo si no quieres que me moje.
–¿Sabes que estás loco no?
–Sí, puedes llamarme Nuwanda y estoy loco por ti...
–¿Nuwanda?
–Ufff... Es una larga historia. Da igual...
–Bueno vale pero no digas esas cosas.
–Hoy estás espectacular –dije en tono desafiante pasando la mano por tu mejilla–. Me gusta lo que la humedad le hace a tu pelo.
–Eso te ha quedado bien.
–¿A que sí?
–¿Se lo dices a muchas?
–Sólo a las que tienen que alisarse el pelo, "celosona"... Eso sí, a ninguna le queda mejor que a ti –dije en tono vacilón.
–Para ya... ¡A la mierda los sentimientos!
–¿Sentimientos? No gracias. Soy alérgico. No creas que me estoy enamorando de ti o que quiero acostarme contigo. Digamos que prefiero pasear contigo del brazo y caernos juntos en el mismo charco que quedarme mirando como te caes tú solita...
–Ah, bueno...
–¡Hombre! Si prefieres te digo que he quedado contigo por compromiso y pseudo-obligación tras habernos acostado una vez, que estoy deseando volver a acostarme contigo pese a que llevas unas melenas que dan vergüenza ajena y que esos pantalones y esos tacones te hacen un culo jodidamente perfecto que no han dejado de mirar ninguno de los hombres con los que nos hemos cruzado esta tarde-noche pero, la verdad, me parece menos divertido, menos emocionante, menos... No sé. Por cierto, ¿te importa taparme de la lluvia? Es que no sé si te has dado cuenta de que mi paraguas ha sufrido un accidente...

Tras cubrirme de la lluvia te quedaste pensativa, un poco alucinada, sin saber qué decir ante mi último comentario. Mientras, los hemisferios de mi cerebro se hostiaban entre sí para intentar convencerme o de que la había cagado para siempre o de que acababa de marcar un triple con tiro adicional que ya quisiera Kevin Durant. Cogí el paraguas sin preguntar y tú me soltaste el brazo para cogerme la cintura. Había acertado, la lluvia seguía sin parar, seguimos caminando entre vaciles y charcos y ya sólo quedaba un paraguas.

–¿Vamos a quedarnos en algún sitio? Porque tengo que trabajar luego y no puedo llegar así.
–¿Me estás pidiendo que subamos a mi habitación? Es que me parece un poco directo no sé, un poco más de tacto no hubiera estado de más...
–Eres gilipollas. Digo cualquier sitio donde el suelo no este encharcado y donde podamos secarnos y sentarnos.
–De acuerdo.. Ven, vamos por aquí...


***

Un par de horas después, totalmente secos y en actitud totalmente distinta, volvimos a surcar las calles. Insistí en acompañarte hasta el trabajo, un bar cercano a mi hotel, y ante la imposibilidad de negarte, aceptaste. La lluvia parecía haber parado. Todo estaba empapado pero no llovía. Mejor. Fuimos haciendo risas sobre todo cuanto nos cruzábamos por el camino, como dos adolescentes borrachos, insoportables desde lejos y maltratables de cerca. Un par de besos tontos por el camino y una palmadita en el trasero pusieron fin a nuestro último paseo...

–Que vaya bien la noche. Si alguno se pasa me avisas que estoy al lado. Te prometo que bajo.
–¿Celoso? No te pega nada.
–Digamos encariñado. ¡Mucho ánimo! Estás muy sexy –dije mientras le daba un beso en la frente–. Hoy triunfas.

Me fui de allí sin mirar atrás y, según comprobé minutos después, tampoco hacia adelante. Emborrachado de éxito, caminé mirando al cielo mientras me fumaba el cigarro de después y sin darme cuenta aparecí en una calle antigua sin luces, ni gente ni, por supuesto, señales. Decidí volver sobre mis pasos con la esperanza de encontrar un punto de referencia con el que aprovechar mi gran sentido de la orientación. Durante el trayecto pensaba en ti, en lo que acababa de pasar y en lo que pasaría al día siguiente.

"Piensas demasiado" decía tu voz retumbando en mi cabeza cuando mi suerte, de nuevo, volvió a cambiar...

La lluvia cayó como si no hubiera mañana, como si hubiéramos girado la alcachofa de la ducha y la hubiéramos puesto en posición de chorro, como si alguien hubiera tocado la tubería que no era, como si el mundo fuera a acabar aquella misma noche. Toda mi preparación se fue a tomar por el culo. El zapato apropiado dejo de de ser apropiado y dejó de ser zapato en pocos minutos, el eficiente chubasquero me convirtió en cuestión de segundos en una bolsita de té lista para desechar después de que el puto paraguas se escapara de mis manos ante una inesperada racha de viento. Perseguí mi paraguas durante unos metros pero a cada paso que daba él me sacaba tres. De repente, el fugitivo decidió pararse. El peso del agua que lo inundaba impedía que saliera volando. Fui directo a recuperarlo. Para sacar el agua sólo tenía que ir girándolo suavemente para que saliera poco a poco y no cargarme las varillas en un movimiento brusco. Y hubiera salido perfecto si otra inesperada ráfaga de viento no me hubiera dejado con el embellecedor del mango del paraguas en la mano mientras veía cómo el paraguas restante volaba muy por encima de mis posibilidades...

Reubicado y totalmente empapado, aunque con el embellecedor del paraguas en la mano, logré encontrar una calle que me llevaba de vuelta al hotel y no, la lluvia no paró ni un sólo segundo. Ni siquiera rebajó su intensidad. Yo ya estaba empapado así que decidí seguir mi camino... "Está bien mojarse de vez en cuando" pensé. Pronto el enfado tornó de nuevo en éxito, en orgullo, en satisfacción... Como diría un amigo mío, "rabo".


"¡Hoy ha sido una noche increíble! Otras más con ella..."

"¿Qué cojones está pasando aquí?"

"A la mierda los sentimientos"

Y siguió lloviendo toda la noche y hasta la mañana siguiente, hasta que me fui...



Otros:
Lluvia 1 de 3 - La estrechez de los paraguas
Lluvia 3 de 3 - Hoy también llueve


1 comentario: