Fuente: http://igossip.com/celebrity-shoe-closets
Desde que tengo memoria he odiado los tacones. Para ser exacto, he odiado los tacones por la mañana, al amanecer, a las putas 6 de la mañana. Mamá nunca salía sin ellos de casa porque es bajita y trabajaba mucho y muy temprano... Como he dicho, a las putas 6 de la mañana. Y cuando eres un niño solo puedes apretar el culo y aguantar.
La vida pasa y no muchos años después dejamos de escuchar a mamá y todo cambia... Aunque el divino devenir de los acontecimientos no me confirió un estatura superior a la media por lo que todas las mujeres con tacones –salvo alguna amiga– son más altas que yo, uno acaba acostumbrándose, supongo.
"Más les jode a ellas que tienen que agacharse" me decía un colega.
Ya tienes pelos en los huevos y lo normal es que llegues a casa haciendo eses y apestando a Dios-sabe-qué justo 10 minutos antes de que mamá se vaya a trabajar y el taconeo ya no molesta, ¡el taconeo infla las pelotas! ¡Despierta dragones! Cuántas veces habré gritado: "¡Los tacones joder!".
Pasados los años empezó a contestarme: "Te jodes, por venir borracho".
Pronto aprendí que no hay nada más atractivo que unos tacones bien llevados.
Siempre he sido más de guerreras y, tal y como escribí muy recientemente, ellas sólo se los ponen en ocasiones especiales. Podrán identificarlas por un caminar firme pero disimuladamente desequilibrado. Siempre tengo el impulso de ofrecer un brazo para caminar. Además de graciosas, están de puta madre con ellos. Las cosas, como son.
Ahora, años después de aquellos paramilitares despertares, meses después de mi última noche "en casa", días después de mi último baile con una mujer, el taconeo ha dejado de ser molesto. Actualmente es como ese pitido discontinuo de los radares, ese pi----pi----pi, muy agudo, un radar militar, un radar para detectarlas a ellas.
Tacones, alerta; tacones, alerta.
Y si se tercia, miradita.
Pero, querido lector, no dudes de que ellas, todo esto, ya lo saben. Saben que el ruido de los tacones anuncia su llegada, como si del César se tratara, que son irresistibles cuando se acercan cruzando suavemente las piernas al caminar, saben que miraremos cuando se van y por eso, por todo eso, se los ponen, por eso les gustan a todas. Son infalibles.
¿Que hay mejor que el ritmo pausado y constante de unos zapatos de tacón durante el paseo "a casa" después de cenar?
–Hemos cenado muy bien ¿verdad?
–Verdad. Pero esto acaba de empezar...
¿Qué hay mejor que arrancar un vestido olvidando los zapatos?
–¡Los zapatos, los zapatos!
–¡Da igual los zapatos! Caerán...
¿Que hay mejor que el ruido de los tacones contra el suelo cuando una mujer se ata los zapatos de tacón al borde de la cama, con el pelo hecho una mierda, el rimmel corrido y la voz rota?
–¡Joder! ¡Llego tarde! !Siempre me lías cabrón! ¿Tengo mala cara?
–Horrible... De hecho, deberías quedarte...
Y lo saben y no pasa nada. Hay que decírselo, no hay otra, no lo dudes. Aunque ojito con fingir... También saben cuando se equivocan.
–No puedo... Tengo que currar...
–Estás increíble con esos zapatos...
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