Y si vuelvo ¿qué?



Viajar es tan necesario como excitante.

En mi caso, viajar para escuchar en directo a varios de mis grupos favoritos era algo totalmente nuevo y me apetecía. La organización del viaje fue sencilla. Nos moveríamos en coche y reservaríamos una habitación triple en algún hotel económico y cómodo pues el fin de nuestro viaje era tan arcaico como "beber y escuchar música" y para eso no necesitamos grandes lujos.

Cuando me puse a buscar habitación a través de las principales webs de reservas, concluí que si algún día tengo un hotel, o una pensión, estaría cerca del metro. Si la proximidad al conjunto histórico no es una opción por motivo de precio o de aforo, creo que todo el mundo busca una situación cómoda para hacer uso del transporte público.


Proyectos empresariales utópicos aparte, la búsqueda me lo puso fácil. Mis dos o tres requisitos mínimos excluían el 94% de los resultados dejando a mi elección tres posibilidades en un rango de precios tan amplio que pensé que el segundo más caro debía ser un palacete histórico recién reformado con habitaciones exclusivas, balneario, un restaurante con una o dos estrellas Michelin y una playa privada casi salvaje de uso exclusivo para los clientes. Y minibar gratis. No me molesté en mirar el más caro y el más barato resultó ser el hotel perfecto, ese mismo hotel que todos imaginamos encontrar cuando visitamos una ciudad... Hotel familiar, 12 o 13 habitaciones, desayuno hasta las 12:30, parking gratuito, a 200 metros de la playa y 50 de la estación de metro que nos conecta con la ciudad, un puerto deportivo a dos minutos a pie con las necesidades básicas de un hombre de bien: McDonalds, Kebab y cervecería. Tuve suerte.

Tras unas emocionantes horas de coche durante las que fui Pucho de Vetusta Morla, Chino de Supersubmarina, como cojones se llamen los cantantes de Vampire Weekend, el rubio de Of Monsters And Men y el de Kings Of Lion, llegué a mi destino más pronto que tarde y como siempre que uno reserva por internet, la realidad dista mucho de la idea de hotel que me había hecho durante mi búsqueda.


La fachada exterior sí coincidía exactamente con la que había en mi cabeza, supongo que es lo mejor que tienen las fotos, que no engañan, salvo las de los famosos y los anuncios. La estancia principal confirmaba aquello de "hotel familiar". Tras un mínimo recibidor, el salón distribuía a los clientes hacia arriba, en dirección a las habitaciones o hacia la derecha en dirección al baño y la cafetería. De frente, un pequeño mostrador en la puerta de una habitación hacía las veces de recepción. No había más. 

Un hombre alto se levanta de un escritorio para atenderme. "Hola, buenas tardes ¿tiene usted reserva?" Me preguntó mientras ojeaba los panfletos publicitarios rutas en autobuses ingleses, cursos de surf, kitesurf, equitación, rutas en bici, restaurantes, etc. "Sí por supuesto, he reservado a nombre de Nuwanda".

La habitación era amplia y austera. Una televisión decente, un buen colchón y un baño reformado, moderno, perfecto. Me di una ducha para quitarme las telarañas del viaje y me puse un pantalón corto y una camiseta. Me apetecía dar un paseo por la playa y por el puerto, sacar algunas fotos y pensar ideas sobre las que escribir.

Bajé la escalera y una chica rubia, con el pelo muy claro y fino, se giró para ver quién bajaba. Clavó su mirada en mí y desplegó una amplísima sonrisa mientras ladeaba la cabeza. "Hola. Soy Laura ¿Qué tal el viaje?" me preguntó alegre y con un acento extraño, parecía francesa. "El viaje bien, gracias. Estaba cansado pero la ducha me ha sentado fenomenal. Creo que voy a dar un paseo y cenar algo". Llevaba unas gafas no muy favorecedoras, una camiseta y un pantalón largo de deporte azul marino. "Disfrute mucho y saque buenas fotos. Podría mandarnos alguna" me dije en tono distante pero agradable. "Por favor, no me trates de usted que soy un "yogurín". Os mandaré las mejores. Hasta luego".

No volví a verla hasta el momento de mi marcha.

–Hola –me dijo alegre.
–¡Hola!
–¿Qué tal ha ido el fin de semana? Parecías tener buenos planes. ¿Has escrito algo que pueda leer?
–¿Cómo sabes que escribo?
–Bueno, me lo han dicho mis compañeros. Te han visto en la mesa fuera tomando café y fumando mientras escribías.
–Vaya... ¿Y que más te han dicho?
–Poco más... Bueno, que escribías muy rápido y que vez en cuando te... "literalmente", cagabas en alguien –dijo muy finamente.
–[Risas] La verdad es que soy un poco malhablado y sí, me gusta escribir. Intento escribir un libro.
–¿Eres escritor?
–Noooooo –dije rápidamente y  Y creo que no lo seré nunca aunque sí me gano la vida con la comunicación. Lo de escribir un libro es una afición.
–Me parece guay.
–Si fuera capaz de empezar algo sería mejor aún.
–Seguro que lo consigues y quizá algún día me entere. Seguro que lo haces genial.
–Ojalá. De momento no lo hago. Bueno, sí escribo pero no libros.
–¿Puedo leer algo?
–Por supuesto que no.
–No me preguntes por qué pero sabía que dirías eso. No pasa nada. Lo he pensado y es comprensible... Sólo dime que me avisarás como sea si finalmente publicas un libro.

No supe qué decir. O sea, tenía claro que iba a responder que "por supuesto que te avisaré y me encantará saber tu opinión" pero por razones que desconozco no pude articular palabra. Creo que su capacidad para empatizar conmigo me dejó perplejo, alucinado, inmóvil, inconsciente, desarmado...

–Pues yo no esperaba que fueras a decir lo que acabas de decir. Me has calado. Me cuesta enseñar lo que escribo. Lo hago de forma anónima y evidentemente no te voy a decir dónde aunque si escribo un libro lo publicaré con mi nombre real así que puede que te enteres. En todo caso intentaré acordarme de ti, creo que no será difícil.
-[Risas] Eso espero
-Descuida... Dime qué os debo.

Tras pagar un precio no precisamente bajo, no pude resistirme a decirle cuatro cosas...

–¿Crees que algún día podré volver con un precio un poco más bajo? Haciéndome cliente o entrando en el Club de Amigos del hotel... O ligando con la gerente..
–[Risas] Ya eres cliente habitual y desde ahora mismo eres considerado amigo -dijo entrecomillando con los dedos- lo que te permite tener el mismo precio de siempre sin atender a temporadas y el más bajo cuando haya ofertas disponibles. Eso sí, aquí te cuidaremos mejor que en ningún otro sitio.
–Yo no necesito cuidados, sólo inspiración...
–Mejor que aquí...
–Sí, sí. La verdad es que el sitio no puede ser mejor pero no todo depende de eso.
–¿Ah no?
–Pues no. La inspiración es como las mujeres, llega cuando menos te lo esperas y se va demasiado pronto.
–Bueno, bueno, bueno... ¿Habrá alguna que se quede no?
–Pues lo dudo y no sé si por mí o por ellas. Por el momento, en la mayor parte de los casos, he sido yo pero el caso es que, al final, por el motivo que sea, siempre vuelvo al punto de salida.
–Eso es que no has encontrado a la adecuada aunque me refería a la inspiración, a las ideas...
–Ya, ya pero si la encuentro o tiene novio o estoy tan lejos de su canon que tendría más posibilidades si fingiera ser gay...
–[Risas, esas risas] Veo que tú hablas de las mujeres. En ese caso, creo que no es verdad. Seguro que hay alguien...
–¡Claro! Siempre hay alguien pero reitero la frase anterior, o tiene novio o le resulto tan atractivo como una piscina en diciembre. Bueno, me tengo que ir que me queda un largo viaje en coche.
–Claro, ten cuidado ¿eh?
–Sí, siempre lo tengo, ya he corrido mucho, creo que me hago mayor.
–Pero si eres muy joven –dijo en tono de consuelo.
–Precisamente por eso. Estoy en la fase de tranquilizarme.
–¡Que va! Suelo decir que uno es viejo cuando se comporta como un viejo.
–Me gusta la frase. ¿Sabes una cosa? Es una lástima que hablemos de verdad en el momento de mi despedida, deberíamos haber ido a comer un día o dar un paseo por la playa.
–Podría haber sido. Quizá algún día vuelvas por...
–¡Seguro! –respondí raudo y enérgico, creo que por miedo a cómo terminaría la frase– Más aún sabiendo que existen posibilidades reales de acabar dando un paseo por la playa contigo.
–Las hay.
–Quieres ponerme difícil la despedida ¿o qué? –respondí con cara de imbécil.
–¿Difícil? ¿Yo? No...
–Pues con cada palabra que sale de tu boca, Madrid está más lejos.
–Qué tonto eres, no me extraña que no tengas novia, no te enteras de nada.
–¿Por qué dices eso? Y que conste que no es la primera vez que lo escucho –dije sonriente.
–Si no te has dado cuenta ya... casi mejor que no vuelvas –dijo picante y vacilona.
–Tranquila, pillo las cosas a la primera o a la segunda, tres sería demasiado hasta para un servidor.
–Estás loco.
–Un poco.
–Se ve.
–Gracias.
–¿Por qué me lo agradeces?
–Te acordarás del loco con el que una vez tonteaste en la puerta del hotel.
–[Risas] También podrías volver y recordármelo.
–Seguramente lo haga y quizá lo haga solo y durante una semana entera.
–¡Venga! Y qué más...
–Sííí... Este sitio tiene algo.
–Qué tonto eres.
–Lo soy, pero esta vez no me refiero a ti. Bueno, no solamente a ti. He escrito más en estos días que en el último mes.
–Ah, me alegro... –dijo un poco descolocada.
–Eso sí, podría ir a cualquier hotel de la zona, uno más barato o uno más lujoso pero vendré a éste. Y eso, queridos ojos verdes, es sólo por ti.
–Qué cosas dices –dijo sin apenas separar los labios.
–Recuerda que intento ser escritor.... –respondí cariñosamente mientras extendía mi mano y pasaba el pelo por detrás de su oreja en un arrebato de valor y confianza. Antes de poder acabar el movimiento, ella inclinó inesperadamente su cabeza hacia el lado de mi mano. Tuve la sensación de que se estaba dejando llevar, de que no era nada especial solo algo que pasa y ya está, esos "pudo haber sido", esos "y si..." o esos "si hubiera". Moví los dedos suavemente, cerré la mano para acariciar su mejilla con el índice y abrí mi mano sobre la mandíbula. Moví suavemente su cabeza para que recuperara su postura inicial y volví pasar su pelo por detrás de la oreja. Presioné suavemente su mejilla entre dos dedos e hice una caricia de barrido con el pulgar. Ella sonrió.
–Que tengas un buen viaje. Ten cuidado –dijo en tono serio y una sonrisa.
–Me voy pero volveré.

Sin perder un segundo, de forma inesperada y rápida, le di un beso en la mejilla, cogí mi maleta y salí de allí sin mirar atrás.

Ella salió por la puerta del hotel andando tranquilamente, consciente de que tardaría en meter mis cosas y sacar el coche, y tras observar mi patético nerviosismo durante pocos segundos me dijo:

–Oye ¿alguna de esas chicas te ha dicho alguna vez que eso de "me voy pero volveré" es un topicazo con más años que todos los de nuestros padres y madres juntos?
Se dio media vuelta en cuanto arranqué el coche. Di marcha atrás rápidamente y gire arriesgando los bajos traseros del coche y una enorme maceta cerámica propiedad del hotel sin sufrir daño alguno y grité:

–Oye –dije sin obtener ninguna respuesta– ¡Oye! –insistí– ¡Princesa! ¡Puede que sea un topicazo! pero... Y si vuelvo ¿qué?


1 comentario: