By Nuwanda
Las mujeres hacen todo tipo de tonterías cuyas consecuencias serán únicamente negativas y cuya víctima principal será su autoestima, su cuerpo, su amistad con sus amigos, su imagen profesional o una mezcla de ellas.
Me encantan, están locas.
En primer lugar y por alusiones, ellas eligen tíos que no les corresponden y aunque no todo es culpa suya, en ocasiones parece que compitan por ver quién sale con el más tonto. Siempre se ha dicho que los hombres somos superficiales, que el físico es un requisito mínimo imprescindible para nosotros, y no seré yo el que lo desmienta aunque sí el que lo matice. Los somos pero no siempre. Fin del matiz. Ellas, por el contrario, tienen fama de fijarse más en el interior, de quedarse con la persona y no con su cuerpo y el resto de gilipolleces nivel eminencia.
Son superficiales, tanto o más que lo que de nosotros se dice y, también en nuestro caso, no siempre les sale bien. Tampoco diré que desechen a los guapos, me quedaría fuera –esto es humor inteligente–. Entramos, mejor dicho, la mayoría entráis por los ojos como todo ser vivo de este planeta que los tenga pero hay más factores en la ecuación o debería haberlos.
Por muy bueno que esté un tío, por muy bien que vista, por mucho que se depile, por mucho que ligue o por mucho dinero que gane, si es cortito no merece la pena, siempre sale mal y lo digo con un cierto tono de condescendencia pues no hay nada más triste que malgastar el tiempo con alguien que no aporta nada, nada inteligente, nada diferente. NADA.
Entre lo hombres decimos: "vaya pringao" o, en su versión más artística: "¿Qué hará una chica como esa con un pringao como ése?" En realidad, todos queremos ser ese pringao o, en su versión más shakespeariana, ser el hijo-de-puta que le levante a la chica.
Todo se lleva mejor si podemos cagarnos en alguien totalmente desconocido.
Por muy bueno que esté un tío, por muy bien que vista, por mucho que se depile, por mucho que ligue o por mucho dinero que gane, si es cortito no merece la pena, siempre sale mal y lo digo con un cierto tono de condescendencia pues no hay nada más triste que malgastar el tiempo con alguien que no aporta nada, nada inteligente, nada diferente. NADA.
Entre lo hombres decimos: "vaya pringao" o, en su versión más artística: "¿Qué hará una chica como esa con un pringao como ése?" En realidad, todos queremos ser ese pringao o, en su versión más shakespeariana, ser el hijo-de-puta que le levante a la chica.
Todo se lleva mejor si podemos cagarnos en alguien totalmente desconocido.
La que sabe que tiene a un tonto por novio y lo mantiene, sólo quiere un consolador, que para divertirse, hablar, sentirse escuchada, sentirse comprendida –o al menos poco loca–, tomar decisiones importantes o buscar un buen consejo ya tiene a sus amigas y familiares. Esas personas que por el mismo precio, además, también verterán todo tipo de alabanzas sobre el pivonazo que ha enganchado aunque nunca le recomendarían a su tío el empresario.
Seguramente las consecuencias de semejante estupidez sean llantos de dos semanas, cuernos de dieciséis centímetros –los demás sólo de 4– y una desconfianza hacia los trípodes que no terminará jamás.
Sólo hay algo peor que un tonto motivado, como diría Emilio Duró, un tonto motivado por el éxito. [Hablaremos más de todo esto]
Seguramente las consecuencias de semejante estupidez sean llantos de dos semanas, cuernos de dieciséis centímetros –los demás sólo de 4– y una desconfianza hacia los trípodes que no terminará jamás.
Sólo hay algo peor que un tonto motivado, como diría Emilio Duró, un tonto motivado por el éxito. [Hablaremos más de todo esto]
En general, las mujeres también asumen enormes riesgos relacionados con la moda. Se ponen ropa muy por encima de sus posibilidades o muy por debajo de su talla –que lo veáis como lo veáis significa exactamente lo mismo–, tacones más altos que el 53% de los españoles, sujetadores dignos de un interrogatorio de la Gestapo o faldas tan ajustadas que parecen caminar con los muslos atados.
Un pantalón dos o tres tallas por debajo de la que saludablemente les corresponde puede provocar un estrechamiento del estómago, mala circulación de la sangre, poca permeabilidad ante el pis del borracho o la copa del torpe, ser el blanco perfecto para piropos del tipo "con ese culo te invito a cagar a casa", "qué bella maceta para mi flor" o "con ese culo debes cagar bombones" o, por último, un clásico, morir de traumatismo craneoencefálico mientras intentan entrar en esos malditos pantalones después de cenar, una proeza digna de la mismísima Juana de Arco. Da igual si está como un palillo o si tiene unos kilitos de más, siempre querrá una talla menos.
Si vamos con ellas de compras sucede algo parecido a cuando nosotros compramos condones en su presencia...
Si vamos con ellas de compras sucede algo parecido a cuando nosotros compramos condones en su presencia...
–Me da una caja preservativos por favor.
–Sí claro ¿Cuáles desea?
Y girándose cual soldado que se despide para ir a la guerra, mirando a su novia fijamente a los ojos, responde a la Licenciada con voz grave y varonil:
–Los más grandes. Y sensitivos –matiza él–.
–¿Los quiere con estrías? –pregunta la farmacéutica.
–Vale... ¡Me llevo los dos! –responde con seguridad.
¡Y los tacones!
Ay los tacones... Ya hablé sobre ellos aquí pero añado que en ocasiones veo mujeres rodando escaleras abajo, como si de una premonición se tratara. Qué tacones por favor. El @perroantuan escribió [Leer su blog desde hoy y para siempre]:
(Ya la he puesto alguna vez pero me - la - su - da)
Ay los tacones... Ya hablé sobre ellos aquí pero añado que en ocasiones veo mujeres rodando escaleras abajo, como si de una premonición se tratara. Qué tacones por favor. El @perroantuan escribió [Leer su blog desde hoy y para siempre]:
Tacón (zapato de). Instrumento erótico diseñado para que las mujeres se mantengan en equilibrio inestable y se vean obligadas a arquear la cintura, levantar el culo y sacar pecho cuando están de pie, y a cimbrearse para no caer cuando caminan. Dada su sofisticación sexual, apostaría el bazo (el bazo de otro) a que es un diseño femenino. No resulta extraño que se haya convertido en objeto de culto y en fetiche.
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Quédense con lo de equilibrio inestable, ante todo inestable, lo demás se lo regalo para que se hagan fans del @perroantuan. Los tacones son peligrosos en general aunque hay categorías entre el zapato de cuña –ese que es un plataforma, sin arco– y el zapato de aguja –esos con finísimos palillos bajo los talones–. Los primeros mantienen la probabilidad de supervivencia en una zona que podríamos denominar "de seguridad". Los segundos, sin embargo, son armas de matar. Pueden hacerlo por rotura de tacón y mala caída, pueden hacerlo por lanzamiento de zapato fallido, demasiado vertical o con vuelta, y pueden hacerlo por corte o punzamiento como consecuencia de uno de estos afilados y asesinos zapatos situado en el lugar equivocado, en el momento equivocado, en la posición equivocada y clavado en una parte del cuerpo sumamente, también, equivocada. Todo ello aderezado con ingentes cantidades de sangre que, dada mi nula capacidad para curar nada, ni flores, no sabría contener, para terminar con el consecuente desangramiento.
Si por la razón que fuera sobreviviéramos, ellas y yo, a esos tacones, me quedaría por debajo de la estatura mínima exigida para ligarme a un pivón, a una de esas chicas con tacones de 16 centímetros, esas que parecen a punto de morir –o matarme– a cada paso que dan, esas que necesitan un hombre como yo pero que tienen que tropezar y caer para darse cuenta.
Si por la razón que fuera sobreviviéramos, ellas y yo, a esos tacones, me quedaría por debajo de la estatura mínima exigida para ligarme a un pivón, a una de esas chicas con tacones de 16 centímetros, esas que parecen a punto de morir –o matarme– a cada paso que dan, esas que necesitan un hombre como yo pero que tienen que tropezar y caer para darse cuenta.
Con todo, por lo que a mí respecta, cuanto más peligrosos mejor. Yo ya me apañaré.
Para terminar y por alguna rara mutación genética, las mujeres me han demostrado, en general, una tolerancia bastante pequeña al alcohol en comparación con los progenitores A. Si añadimos a la ecuación el número de mujeres que no beben nada, la media de alcohol en sangre entre las gentes del rimmel y la barra de labios sería ridícula, todo avalado por las quirúrgicamente fiables estadísticas que yo mismo elaboro con todo tipo de controles de calidad; incluidos los test de estrés, por supuesto, que de eso, a estas alturas, sé un rato.
El caso es que se emborrachan fácilmente exponiéndose así a los peligros de la oscura noche de la sabana de cristal y hormigón, repleta de vida y repleta de borrachos pajilleros, porteros mononeuronales, espectáculos gastrointestinales en la puerta de la discoteca en hora punta, pandillitas de chavales con navajas y scooters, que los hay, besos fuera de los límites de la amistad con el mejor amigo, un vecino cariñoso que aprovecha la situación o un taxista mirón sin higiene ni discreción.
Se ponen muy tontorronas con un par de copas y son todas tan guapas...
El caso es que se emborrachan fácilmente exponiéndose así a los peligros de la oscura noche de la sabana de cristal y hormigón, repleta de vida y repleta de borrachos pajilleros, porteros mononeuronales, espectáculos gastrointestinales en la puerta de la discoteca en hora punta, pandillitas de chavales con navajas y scooters, que los hay, besos fuera de los límites de la amistad con el mejor amigo, un vecino cariñoso que aprovecha la situación o un taxista mirón sin higiene ni discreción.
Se ponen muy tontorronas con un par de copas y son todas tan guapas...
Los hombres solemos decir que no saben emborracharse. Es posible que, aunque sólo sea en esto, tengamos razón.
Yo, además, creo que no saben cenar antes de entrar en esos pantalones, ni caminar establemente tras la ingesta de dos míseras copas, ni diferenciar a los hombres que merecen la pena cuando las copas son más de cuatro.
Si además sale con Darek...
Si además sale con Darek...
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