Mundo animal (I)



El mundo animal, dentro de la infinita sabiduría de la naturaleza, no ha dejado de sorprenderme desde que era niño. A pesar del miedo patológico que le tengo a algunas especies comunes como los perros –no a todos, que conste– mi curiosidad siempre ha sido superior. Dentro de la ingente cantidad de información que podemos encontrar de todas las especies del planeta –más cuantos más idiomas se hablen, en mi caso pocos– siempre encontramos un apartado dedicado a la reproducción. Es un tema que me resulta apasionante con especial atención a la fase del cortejo.

Hoy vamos a hablar del cococrilo.

Hablamos de ese reptil de decenas de dientes totalmente desfigurados que sería capaz de arrancar una pierna a un ser humano en un mal movimiento de cabeza, ese reptil capaz de matar animales tan grandes como una vaca con una clase y un estilo dignos del mismísimo James Bond, ese reptil que se pasa el puto día tirado a la bartola en la orilla de pantanos y ríos y que sólo se mueve para comer o follar. Un clásico.

En lenguaje humano podríamos estar hablando del espécimen sedentario, grande y fuerte que se mueve poco pero siempre con un objetivo claro, un economicista de la energía corporal. Puede ser el estereotipado hombre que se pasa el día abriendo la boca desde el sofá y que sólo hace esfuerzos, como el cocodrilo, para comer o follar.

En las poblaciones de cocodrilos, por cada macho hay, generalmente, diez a veinte hembras. En un río o lago, el territorio de un macho es un segmento del litoral, aunque no todos los machos lo poseen. Si esta zona es atravesada por hembras de cualquier grupo o por machos jóvenes, no son molestados, pero si lo hace un macho mayor, será inmediatamente perseguido por el dueño guardián. Es una señal de que el territorio está ocupado, pero casi nunca comporta pelea alguna. Cuando dos machos con territorio se encuentran en el límite común, suelen mirarse un momento y dar media vuelta sin más.

Volviendo a los humanos, la noche madrileña no genera un ratio de mujeres por hombre de entre diez y veinte ni en la Casa de Campo. Me considero muy cocodrilo por mi absoluta indiferencia ante conflictos de territorialidad, estoy muy a gusto con mis tierras. Respecto a éstas, las tierras propias, un colega dice que si la invitas a cenar a tu casa lo mínimo es que te eche un polvo, según él es un precio justo. Yo le digo que depende de lo que cocine.

Además, de ellas dice...

En lo que se refiere a la fase reproductiva, se puede observar un aumento de la agresividad de la hembra durante esta etapa.

Nada que añadir respecto a "las nuestras".

Cuando una hembra cruza el territorio de un macho, éste puede iniciar el cortejo si ella levanta la cola en señal de predisposición. Entonces, él arquea el cuerpo, chapotea con la cola y abre y cierra la boca. A continuación, la hembra nada lentamente con el hocico fuera del agua y emitiendo unos mugidos; el macho la sigue, obligándola a girar para que realice círculos cada vez más cerrados. 

Traducción humana: "Cuando una mujer entra en el campo de visión de un hombre, éste puede iniciar el cortejo si ella le mira en señal de predisposición. Entonces, él se aproxima exhibiendo su musculatura, moviendo los brazos y sonriendo abiertamente. A continuación, ella se moverá sensualmente destacando su sonrisa y riendo con gracia. Él la sigue, sin dejarla en paz, hasta que ella acepta su compañía."





Sólo algunas veces este ritual termina en apareamiento completo. Par que ello ocurra, la hembra se sitúa en aguas poco profundas y debe acceder a que el macho ponga las patas delanteras sobre su hombro, para después subirse a su espalda. Así colocado, el macho se arquea y la hembra separa la cola para que las cloacas puedan entrar en contacto breves momentos (la cópula no suele durar más de un minuto).

El cocodrilo pega muchos tiros pero mata pocos enemigos. Se arrima a muchas pero engancha a pocas. Es, un poco, el pagafantas de la charca pues da los pasos correctos pero siempre la caga al final y antes de darse cuenta ya es de día. Por otro lado, como en el mundo de los humanos, es ella la que permite.

En términos generales, el cocodrilo me parece un pachorrón pajillero que, insisto, sólo se mueve para comer y follar y, claro, cuando llega el momento, cuando llega el gran momento de no moverse para comer, sesenta segundos. SESENTA SEGUNDOS.  ¡Bravo machote! Sí, estás muy fuerte, sí, estás muy arriba en la escala alimenticia, y sí, das mucho miedo pero a la hora de meter, juegas en infantil.

Deja ya los vídeos de las hembras dragones de Komodo, están fuera de tu alcance.

Se me ha caído un mito de la naturaleza. Sedentarios no, gracias.

Si por la boca muere el pez, por el pito el cocodrilo.

Ahí va un documental sobre el "máquina"....


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